domingo, 30 de octubre de 2011

10 de octubre

La abuela lleva unos días muy rara. La oigo hablar mucho con Pascualita. Reir entre dientes como si la sirena le hubiera contado algo gracioso. Lo cierto es que hay tanta complicidad entre ellas que no me extrañaría que se entendieran al hablar. Pero lo más asombroso es que, de repente, le sube el rubor a las mejillas y digo yo que no será cosa de la menopausia porque hace ya siglos que la pasó.
De vez en cuando dejo caer un: ¿Abuela, estás bien? - "Perfectamente" - me responde con voz cantarina. Y eso no es normal. Ahora a penas para en casa. Mete a la sirena en el termo y se van las dos a la calle como una exhalación. Cuando esto ocurre, a los dos segundos ya están de vuelta porque se le han olvidado las llaves o la cesta de la compra, o las gafas (cómo estará que ni se da cuenta que no las lleva y no ve tres en un burro). A veces entra y sale varias veces hasta que lo recoge todo. No puedo explicarme esta actitud. Incluso he llegado a preguntarle, abiertamente, a la sirena qué es lo que pasa. Y lo más que he conseguido de ella es que me mire de arriba abajo (como hace la abuela cuando se enfada conmigo) y volver la cara a otro lado. Claro, como yo sigo con mi idea de convertirla en vegetariana para que no resulte tan peligrosa, no puede ni verme. El otro día creí haber conseguido un triunfo cuando le di un trozo de remolacha. La vió con ese color tan apetitoso (creo que pensó que era carne) que se la llevó a la boca con avidez pero en cuanto la probó la escupió, directamente, a mis ojos. Menos mal que ya soy una experta y llevaba puestas las gafas.
Ayer, cuando nos sentamos a comer, la abuela estaba más distrída que nunca. Y daba unos suspiros que levantaba hasta el mantel. Le expresé mi preocupación, si estaba enferma tendríamos que ir al médico - "Los médicos no sirven para lo que yo tengo" - ¿No me digas que te han desahuciado? ¿Qué tiempo te queda de vida? - pregunté con un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de aflorar a mis ojos. -"¿Pero de qué hablas? ¿Ya estás pensando en enterrarme y disfrutar de la herencia? ¡Lo tienes claro porque todo va a ir a parar a mi amiga del alma: Pascualita!" - ¡¡¡¿Qué?!!! ¿Y para que necesita ese bicho las cuatro perras que guardas entre las sábanas de tu ropero? - "¿Has tenido el valor de registrar mi cuarto?" - No. Son cosas que me has dicho tú muchas veces. No te hagas la loca ahora. Además, te estaba hablando de otra cosa,  no cambies de tema. A ver ¿qué te pasa? - Inexplicablemente sus mejillas ajadas se tiñeron de rubor y con voz apenas audible, dijo: "Estoy enamorada" - Habla más fuerte que no te oigo - "¡Estoy enamorada! ¿Me oyes ahora? ¡Señor, que cruz tener una nieta sorda a la que hay que gritarselo todo para que ella y los vecinos se enteren de lo que me pasa!" - Me dio la risa floja y en seguida me arrepentí pero no pude parar, cosa que no le gustó a mi abuela - "Pascualita, mira a la tonta insensible ésta ¡se ríe de mi! ¿Qué pasa? - dijo en plan guerrero - ¿solo se puede enamorar la Duquesa? ¿a las demás que nos parta un rayo o es que también quieres que te reparta la herencia antes de irme al otro barrio? Vale, toma nota: ¡te dejo mi dentadura! no te quejarás. Es algo muy personal y puede serte útil el día de mañana" - Se había embalado y Pascualita comenzaba a afilar sus dientecitos. Intuía que habría jarana; nada más lejos de mi intención. - ¿Y quién es él? - me atreví a preguntar - "Un real mozo que bebe los vientos por mi, cosa que tu no puedes decir de nadie (¡que mala es cuando quiere, la puñetera!) y tiene un descapotable" - ¡Vaya con la abuela!
La curiosidad ha podido conmigo y esta mañana las he seguido. Han llegado al parque y allí las esperaba un señor muy mayor ¡en silla de ruedas eléctrica! ... ¡¡El descapotable!... Se me ha escapado la risa y eso me ha delatado. La abuela se ha vuelto hacia mi mientras Pascualita, furiosa, daba saltos, arriba y abajo del termo, enseñándome, amenazadora, los dientes.¡Menuda comida me espera!

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