domingo, 30 de octubre de 2011

23 de octubre

Los días que a la abuela le da por cantar vale más emigrar a Australia. ¡Que tabarra da!. Empieza por Concha Piquer y acaba por la Pantoja pasando por Miguel de Molina y Antonio Molina. Y lo hace muy mal. Estropea las canciones sin compasión alguna, creo que alguien debería ponerle una multa por eso
Hoy está particularmente contenta porque ha encontrado la solución a las miradas y preguntas indiscretas sobre Pascualita. Por lo visto se lo ha explicado a ella que, curiosamente, parece que la ha entendido porque, aunque afortunadamente no canta, la jalea con sus manitas dando palmas (Otra de las gracias que le ha enseñado mi querida abuela)
Ha comprado una pecera igual a la de la sirena y un pececito rojo, de esos tan comunes que hay en todas las casas donde solo tienen un pez. "Este es el reserva. Así, lo único que tendremos que hacer será guardar a  Pascualita en tu cuarto y la gente siempre verá que tenemos un bonito salmonete" - No es un sal... - "Bueno, ¿qué más dá ¿no son rojos también? Serán parientes" - y se ha quedado tan pancha. Le he hecho la reflexión de que Pascualita debería quedarse siempre en mi cuarto y así no la tendríamos todo el día arriba y abajo, como nos está pasando últimamente - "¡Ni hablar del peluquín! Ella es parte de la familia y tiene que estar presente en todo: en las comidas, las cenas, los culebrones de la tele, los programas del corazón, en todo. ¿Te gustaría que te tuviera todo el día encerrada en tu cuarto? ¿No, verdad? Pues ella no es menos que tú, ¡que lo sepas!" - ¿Vas a comparar a ese bicho conmigo? ¡Que soy tu nieta! ¡Sangre de tu sangre! - "Bueno... eso habría que verlo..." - Quedé estupefacta - ¿Qué es lo que hay que ver? - "Nada, nada... déjalo correr" - Ni hablar. Anda, desembucha. ¿qué has querido decir? - ¡Jesús, que picajosa eres! ¿A quién habrás salido?" - ¿Otra insinuación? Esto no puede quedar así. ¡Habla de una vez! - le grité muy cerca de su cara y de Pascualita. Me arrepentí de haberle gritado a una anciana en el mismo momento en que sentí el mordisco y el dolor del veneno - ¡¡¡La madre que parió a la porquería esta!!! - dije, al tiempo que sacudía con fuerza la mano y mandaba a la sirena a tomar viento. - "¿Te das cuenta? No eres como yo. A mi nunca se me oye una palabra más alta que otra y sobretodo, no maltrato a un animalito inocente y desvalido ¡¡¡Salvaje!!!" - ¿Te refieres a "esto"? - dije señalando a Pascualita, que había quedado un poco grogui cuando se dio contra el cristal de la ventana - ¡Es ella la que me ha maltratado a mí! ¡Mira como se me está poniendo el dedo! - "Pobrecita mía, ¿qué te ha hecho esta loca?" - ¡Arráncale los dientes o comprale un caso a ese bicho! y no te vayas por las ramas ¿qué has querido decir antes? - "Espera por lo menos a que se recupere la pobre" - Pues métela en el agua si no quieres que se asfixie. ¿No ves que ya está en las últimas?... No caerá esa breva, no. - Pasado el susto, obligué a la abuela a que me dijera las cosas claras mientras sentía latir el dedo y el dolor me llegaba al codo - "No te lo tomes a mal pero... tu madre... era un poco... hum... No se cómo decírtelo finamente para que no te ofendas porque, hija, enseguida te subes por las paredes. ¡Menudo humor tienes! Será porque te hace falta un buen magreo y no encuentras quién te lo de" - ¡¡¡Abuela!!! - Reconozco que me saca de quicio a veces. - "Te decía que tu madre... mi hija... era un poco...  ligera de cascos ¿me entiendes? y claro, tu padre nunca estuvo seguro... de si eras suya o de..." - ¡¿De quién? Acaba ya! - "del butanero. Ah, pero no te preocupes porque era un cañón de hombre" - ¿Te das cuenta de que me acabas de chafar, no solo el día sino mi vida entera? - ¡Que dramática te pones por una tontería de nada. Si lo se no te lo cuento...

No hay comentarios:

Publicar un comentario