domingo, 30 de octubre de 2011

28 de septiembre

Mira que le tengo advertido a la abuela que hay cosas y sitios que no puede hacer ni llevar a Pascualita pero, cuando una cosa no le interesa, por una oreja le entra y por la otra le sale. El domingo se la llevó a misa, se sentó en la primera fila, abrió un poco la tapa del termo y dejó que la sirena viera la ceremonia a través de un resquicio. Debió pensar que era la tele y como el cura no se comportó como la Belen esa, estuvo tranquila pero al salir, la abuela se quedó la última y quiso bendecir a su amiguita, para eso no se le ocurrió otra cosa que meterla en la pila del agua bendita. La otra se puso a chapoterar como una loca ¡claro, como que se estaba ahogando porque el agua es dulce!. Ahora, eso sí, bien bendecida sí que quedó. Menos mal que no las vio nadie porque, de haber sido así, la pobre Pascualita estaría ahora en un laboratorio donde harían con ella mil y una pruebas, ninguna agradable y acabaría en un tubo con formol. Me da repelús solo de pensarlo, pobrecita.

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