domingo, 30 de octubre de 2011

30 de octubre

Estoy que no me llega la camisa al cuerpo. Si ayer me aterrorizaron los ojos de un conejo, hoy ha sido peor. Dormía profundamente cuando he sentido que la Muerte me tocaba con su dedo helado... El frío se extendía del cuello al escote. A medida que me iba despertando me daba cuenta de que era una cosa real  y no quería abrir los ojos, no quería verla; deseaba ser un avestruz para esconder la cabeza en un hoyo y no sacarla hasta que la Muerte se cansara de esperar y se marchara. Pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo y abrí los ojos dispuesta a enfrentarme a mi destino. Y lo que ví me paralizó
Pascualita, mojada y fría como lo que es (un pez) se arrastraba sobre mi pecho. Cuando se dio cuenta de que la miraba echó hacia afuera sus afiladas tiras de dientes puntiagudos y me mordió en la barbilla una y otra vez. Grité con todas mis fuerzas pero la fiera currupia no cejaba en su ataque. Finalmente se cebó con mi yugular. Era tanto el dolor que sentía que mis manos no atinaban a cogerla y cuando por fin lo logré, las sentí paralizadas  ¿¡qué me estaba pasando!? entonces me di cuenta de que algo me sujetaba... ¡la abuela! mientras emitía una risa ronca que me erizó el cabello. ¿Qué querían aquellas dos harpías?... ¡Matárme! estaba muy claro... Ya casi no podía respirar porque el cuello se hinchaba rápidamente y solo dejaba pasar un hilillo de aire que no bastaba para llenar los pulmones... ¡Socorro... Socorr...!
¡Plis plás! Acababa de recibir dos tortas bien dadas. Desperté sobresaltada. La abuela estaba junto a mi cama con Pascualita metida en el termo. Ambas me miraban muy serias. - ¿Qué pasa. Por qué me has pegado? - "Para despertarte. Llevas un rato gritando como una loca. Se ve que has tenido una pesadilla... ¿qué soñabas?" - Esto... ejem... Nada... Ya no lo recuerdo" - ¡Vaya si lo recordaba! pero no me atreví a contársel, solamente le faltaba  a la abuela que le diera ideas. A mi lo que me daba era pavor al verlas junto a mi cama, sin quitarme ojo. Me dolía la cara. ¿Era necesario pegarme tan fuerte? Ya no sabía qué pensar pero de lo que estaba segura es de que me tenía que levantar rápido.
Al salir del cuarto de baño me esperaba una sorpresa: la abuela me había preparado el desayuno. Creo que en la historia de nuestra vida en común, no había pasado nunca. Deseé tener a mano un esclavo para dárselo a probar. No sé por qué me vino a la memoria la cicuta. Que retorcida es a veces nuestra mente... Haciendo de tripas corazón, dí las gracias a la abuela : ¿Quieres un poco?... - le ofrecí para ver si hacía las veces de esclava y me sacaba de dudas sobre el veneno pero no picó el anzuelo -  me encanta que hayas tenido este detalle aunque... no sé por qué? - "No hay de qué, hija. Anda come, come, que estás un poco demacrada" - dí un respingo - ¿Yo?... pues me encuentro muy bien... ¿A qué viene el que me hayas preparado este desayuno tan abundante? no suelo tener mucha hambre por las mañanas así que no se si me lo podré terminar - "Tú come lo que tengas gana... Te lo he preparado porque anoche estuve viendo un reportaje sobre la pena de muerte y hablaban de la última comida del reo. Procuran que sea abundante y de su gusto..." - ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? - el pulso se me había acelerado - "No, nada. Es que me acordé de que nunca te había preparado un desayuno que, como sabes, es la comida más importante del día... ¿verdad, Pascualita?" - si durante la pesadilla no me entraba el aire ahora, despierta, no podía tragar. ¿Qué tramaban esas dos? - De nuevo oí la voz de la abuela que, de repente se había convertido en una persona muy seria y hablaba con voz pausada: -" Nos vamos a la iglesia, cariño (¡¿cariño!?... Huy, huy) Tengo que rezar muchos rosarios" - ¿Por qué? - me costaba mucho articular palabra - "Para los muertos... ¿No sabes en qué fechas estamos? jejejeje... Tú come y... que te sea leve jejeje..."
¿Se puede tener más mala leche? Esta noche cerraré mi cuarto a cal y canto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario