domingo, 30 de octubre de 2011

7 de octubre

La abuela está inquieta desde el lamentable episodio ocurrido en el Club de la tercera edad. No se encuentra a gusto allí porque la Directora y sus amigas le hacen la vida imposible.
Parece un alma en pena, yendo de acá para allá sin remugar, ni cantar, ni gritarme hasta ponerme de los nervios. Hasta Pascualita está mohína. Ella no sabe lo que pasa pero su sexto sentido (creo que lo tiene) le dice que algo le pasa a su amiga. No paro de darle vueltas a la cabeza para encontrar una solución pero no se me ocurre nada, sin embargo, cuando al mediodía mientras comíamos la abuela, distraída con sus preocupaciones, en lugar de tirarle a Pascualita las consabidas migas de pan, le ha tirado una aceituna con hueso a la cabeza,  tirándola sobre la mesa y dándole un susto de muerte más dos respetables chichones (uno delante y otro detrás) he decido que hay que arreglar las cosas:
Creo que lo mejor será que hables con la Directora, le pidas disculpas y la invites a casa a merendar para enterrar el hacha de guerra ¿qué te parece? - "¿Y mi orgullo?" - Te lo tragas o te apuntas a otro Club - "...Es que allí están todas mis amigas..."
Por la noche, al volver del Club, al que no se lleva nunca a Pascualita por lo que pueda pasar, ha venido cansada y ojerosa. El asma la ha atacado fuerte: "Como me paso horas sin llevar a la sirena conmigo..." (según ella, Pascualita es la panacea contra esa enfermedad)  Bueno, ¿qué ha pasado? - "Mañana por la tarde, a las cinco, estará aqui... con las tres lameculos que siempre la acompañan" - Vaya.
Por la mañana ha hecho una coca de albaricoque (le salen buenísimas) y ha dejado la casa como una patena. Después de comer nos hemos sentamos un ratito como hacemos siempre y dejamos el fregado para luego. Hay tiempo. Pero a las CUATRO en punto las pájaras han llamado a la puerta. A la abuela por poco le da un soponcio. "¡Brujas!" dijo y le he dado la razón. Mientras la ido a abrir he tenido el tiempo justo para poner la pecera sobre el aparador y echarle una servilleta, grande y blanca, por encima.He oído decir con descaro y retintín: Ah, pero no era a las cuatro que habíamos quedado? Oh, lo sentímos muchííísimo... pero bueno, ahora ya estamos aquí...
Mientras merendábamos la coca y unas copitas de chinchón, las brujas no dejaban de mirar a todas partes, al final la Directora ha dicho: ¿Y qué me dijiste que era aquella cosa del otro día? - "Un tamagochi" (se me atragantó la coca. Cada vez se inventa trolas más gordas) ¿Y que tienes ahí tapado? ¿La cosa esa? - "Pues..." - en ese momento, la servilleta se estaba levantando como si fuera un pequeño fantasma y oscilaba de derecha a izquierda - ¡Dios mío! - dijo una de las brujas - !Parece cosa del Demonio! - "No, del Demonio no... Es el alma de mi marido que, a veces quiere salir de la urna donde están sus cenizas" - ¡¡¡Qué!!! - Despegaron el culo de los asientos como si se estuviesen quemando y corrieron escaleras abajo sin apenas tocar los peldaños.
Pascualita estaba enfurruñada porque la habíamos tapado. Se había subido al borde de la pecera moviéndose de un lado a otro para quitarse la tela de encima. Al ver que nos partíamos de risa, suavizó el gesto, luego, a modo de gracieta (espero) me ha lanzado un chorrito de agua a la cara que, afortunadamente, he podido evitar. Es su modo de participar en la fiesta.

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