jueves, 3 de noviembre de 2011

3 de noviembre de 2011

Esta mañana la abuela ha ido a comprar las entradas del fúbol, juega el Baleares contra otro, claro. No sé a santo de qué va tan pronto, las taquillas deben estár cerradas a estas horas pero me ha dicho que quería ser la primera de la cola para tener las mejores localidades. ¡Ja! No sé en que mundo vive esta mujer.
Por la tarde se ha disfrazado de balearica: llevaba camiseta, bufanda, gorro, pintura en las mejillas : dos rayas azules y una blanca en medio; pito, carraca y vuvucela que ha comprado en los chinos. El termo de Pascualita se ha revestido con el forro azul y blanco y me ha obligado a ir con ellas y sentarme a su lado. Antes de que salieran los jugadores a calentar ya tenía montado el espectáculo dando gritos desaforados de ¡¡¡Baleares, Baleares!!! porque ella los jalea a la antigua usanza, dice que Atléticos hay muchos pero Baleares solo uno. El suyo.
¡Que ganas tenía de que acabase el partido! ¡Que vergüenza he pasado! ¡Y dolor de cabeza! tanto es así que me he equivocado de botella de agua y me he tragado un sorbo de agua de mar que me ha sabido a demonios.
Al poco rato de estar instaladas en nuestros asientos (teníamos todo el campo para nosotras) los pocos balearicos que había se nos han juntado y entre todos han montado un guirigay de categoría. No se escuchaba ni el silbato del árbitro. Pero lo peor ha venido cuando los jugadores, de uno y otro equipo, han empezado a patinar y caerse., entonces ha cambiado el grito de guerra por el de ¡¡¡guarros, guarros!!! Eso ha descolocado a la clá que la rodeaba. - Pero, Abuela ¿qué dice? ¿quienes son los guarros? ¿los contrarios o los nuestros? porque es que les grita a todos - Algunos se han percatado de que yo también existo y me preguntaban si la pobre estaba mal de la cabeza.
Ella seguía a lo suyo cada vez que alguien se caía, sin hacer distingos entre su club y el contrario lo que propició que surgieran voces de protesta contra ella - ¡Cállese ya, vieja chocha! ¡Vete a tu casa a comer sopitas! - Esta frase la hirió - "¡Las sopitas se las comerá tu madre!" - ¡Con mi madre no se mete nadie aunque lleve los colores del Baleares! - Yo tiraba de la manga a la abuela para que se callara porque allí se iba a armar la Marimorena pero no se dió por aludida y el escándalo subía de tono. Horrorizada, ví que la tapa del termo se estaba abriendo. Quise impedirlo pero los brazos de la abuela parecían los de un pulpo, no paraban de moverse gesticulando, amenazando y dando algún que otro capón. Un bravucón acercó su cara amenazante a la de ella mientras se rascaba la coronilla y ese fue el momento escogido por Pascualita para saltar del termo a la naríz del fulano, justo entre los ojos, ahí clavó sus dientecillos de tiburón.
El hombre gritaba, lloraba, saltaba, intentaba arrancarse lo que quiera que fuese que le causaba tanto dolor pero la sirena lo tenía bien agarrado. Me lancé a por ella entre el jaleo y lo único que conseguí fue que el hombre me diera un bofetón que me hizo bajar dos gradas sin tocar el suelo.
El partido llevaba un rato parado porque el espectáculo no estaba en el césped. Algunos futbolistas se preguntaban  qué habría sido el detonante de aquella batalla campal. Eso lo explicó la abuela, que había conseguido guardar a Pascualita en el termo sin que nadie se enterara entre tanto barullo. La policía no pudo por menos que concederle a ella la razón: - "He dicho que son todos unos guarros porque no dejan de escupir en el césped y claro, luego pisan la guarrería, patinan y se van al suelo ¡Que asco! ¡Son unos cerdos maleducados!
Al día siguiente, en las páginas deportivas de los periódicos, en las emisoras de radio y en los programas de deportes de la tele, se hablada de la abuela; en las fotos salía con toda la parafernalia que llevó al campo, gritando brazo en alto y señalando hacia el césped con un dedo amenazador. Parecía un Júpitar balearico a punto de lanzar sus rayos. El termo, afortunadamente, estaba cerrado.

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