lunes, 21 de noviembre de 2011

La abuela ha venido de la calle con un humor de perros y a mí me dió por pensar que el mal tiempo le afecta el carácter aunque no se lo dije. Luego supe que no era solamente eso, porque cargó toda la culpa contra el "autobusero" (así llama ella a los chóferes de los autobuses que, dicho sea de paso, la mayoría no son santo de su devoción) ..."¡Y lo he puesto a parir! ¡Si quiere hacer cókteles que trabaje en un bar! Todo el trayecto se lo ha pasado agitándonos a los pobres usuarios de acá para allá. Algunos son un peligro para nuestra integridad física y se lo he dicho ¡vaya si se lo he dicho! pero como si oyera llover¡" - Mientras hablaba abría  los sobres que había cogido del buzón. De repente dió un grito - "¡Mira, la tarjeta para las bicis que puso el Ayuntamiento!" - Ya la puedes devolver.  No sabes llevarla. - "¿Cómo que no? He ido muchos años en bicicleta" - Sí. Cuando Noé construía el Arca. Devuélvela. No vas a usarla. - "Que te crees tú eso. Ahora mismo voy a por una" - Espera, que coja la cámara de fotos para inmortalizar el porrazo que vas a darte  jajajaja - "¡Eres única para quitar la ilusión ¡Amargada! ¡sosa!. A partir de ahora se acabó el autobús... ¡Vamos, Pascualita!" - Rápida como el rayo, metió a la sirena en el termo dónde, aunque a duras penas, ya entraba, se lo colgó del cuello y entró en el ascensor.
Las primeras pedaladas fueron como los primeros pasos de un bebé, después pareció estabilizarse y se metió en el carril bici. Todo fue bien mientras nadie la estorbó pero, en cuanto se le acercó una bicicleta en sentido contrario se fue directamente hacia ella, con los ojos cerrados y gritando: "¡Que vooooooooy!" La colisión no tuvo consecuencias graves porque el otro ciclista hizo lo que pudo. El verse entera le dio ánimos y siguió hasta las Avenidas. Desde la acera, sudorosa, yo le gritaba que no se metiera allí, que había mucho tráfico pero, como siempre, no me hizo caso y entró en la corriente motorizada como un elefante en una cacharrería,  dando bandazos. Los coches tenían que apartarse a un lado o al otro para no arrollarla y encima se permitió el lujo de insultarles hasta que, obcecada como estaba poniendo a caldo al conductor más próximo, no se dió cuenta de que los de delante se habían parado en el semáforo y se dió de bruces contra un coche. Salió disparada, pasó sobre el vehículo y cayó, espatarrada, sobre el asiento de un descapotable que estaba delante. A su vez, Pascualita voló hasta el parterre del centro de la calzada. La ví caer y corrí a por ella. La abuela gritaba como una loca - "¡¡¡Pascualitaaaaaa!!! ¡¡¡Me la han matado!!!" y se lió a patadas contra la espalda del pobre conductor que, sin comerlo ni beberlo, se había visto involucrado en el accidente. Se armó un buen cacao, sobre todo porque nadie había visto que alguien acompañara a la abuela en la bicicleta. Algunas personas quisieron tranquilizarla pero ella insistía a voz en grito: "¡¡¡Pascualitaaaaaa!!!" - Alguien señaló el parterre, había visto caer algo por allí. Un municipal llegó antes que yo y metió la mano entre las plantas que lo adornan. Me quedé helada. Si encontraba a la sirena no volveríamos a verla. El guardia sacó papeles, latas de refresco, incluso unas gafas de sol de entre la hojarasca, mientras yo me acercaba disimuladamente De repente dió un brinco seguido de una sarta de palabrotas, a cual más barriobajera, ¡Había encontrado a Pascualita! . Sacudía la mano con fuerza mientras "algo" se adhería a ella con uñas y sobre todo, dientes. La expectación de los mirones cambió hacia donde estaba el municipal. - ¿Qué le pasa a ese hombre? - Llegué hasta él y de un tirón arranqué a Pascualita y un trocito de carne que vino agarrado a su dentadura. Era tal el dolor que sentía el pobre que ni se fijó en mí. En seguida estuve rodeada de guardias que venían en ayuda de su compañero. Con toda naturalidad metí a la sirena en mi bolso y  fuí a ver a la abuela que no conseguía enderezarse dado la estrechez del descapotable.- La tengo - le dije y dí media vuelta - "¿No me ayudas?" pidió con voz lastimera - ¿Quiéres que diga que te encanta el chinchón? jajajaja... 

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