domingo, 13 de noviembre de 2011

La abuela vino del Funeral con un móvil en el bolso. -"¡Mira!" - dijo, blandiéndolo como si fuera un trofeo de caza. - ¿De dónde has sacado eso? - "Me lo ha regalado un admirador" - dijo, risueña. - ¿Otro candidato a "abuelito"? - "Nunca se sabe cuando saltará la liebre... voy hasta la papelería a cargarlo" - Ah, ¿te lo ha dado descargado? Que poca consideración. - "No empieces. Es un pensionista y no puede hacer dispendios, menos mal que tiene la paga de su mujer..." - ¿Tiene mujer? abuela, ¿te estás entrometiendo en un matrimonio? Esto ya pasa de castaño oscuro. En cuanto veas a ese adúltero le devuelves el teléfono. - "¡Ni hablar del peluquín!... y no voy a romper ningún matrimonio. Ella es amiga mía..." - ¡Huy! peor me lo pones. Anda que no hay divorcios causados por "buenas amigas" - "Calla, que no sabes lo que dices. Me han dado el móvil..." - ¿Ahora es "han" en lugar de "ha"? - "¡Mira que te gusta liar las cosas! Su nieto le ha regalado uno nuevo y como hace tiempo que voy detrás de tener uno, me ha dado el viejo. ¿A ver, dónde está el daño?" - Visto así, no lo veo pero, al entrar, has hablado de un admirador. De todas maneras, vete con ojo que pueden acabar hinchándote el tuyo.
Toda la mañana se la ha pasado refunfuñando, después, ya más calmada, ha cogido el móvil (su nuevo juguete) y ha hablado con su pandilla. Entre decirles que "Ya tengo móvil... Es monísimo... Es rojo... ¡Que ilusión!... Llámame, anda...En misa le pondré el vibrador ¡Huy, que erótico ha sonado eso jajajaja y en la iglesia jajajaja... ¿No te salen bien las torrijas? bueno, apunta... - Esto ha continuado durante la comida. Se le ha quedado todo frío pero no le ha importado o no se ha enterado. No he podido hablar una sola palabra con ella. Pascualita, sentada en el borde de su "acuario" rosa, no la perdía de vista. Parecía desconcertada porque su amiga no se dirigía a ella comentándole el telediario o dándole trocitos de nuestra comida. Me dio pena el pobre bicho pero no había nada que hacer. El móvil nos había arrinconado a las dos, solo había que esperar a que remitiera esa fiebre.
Me dispuse a ver la novela de la tarde pero no me podía concentrar con tanta cháchara porque, esa es otra, no dejaba hablar tampoco a quién estuviera al otro lado de la línea. Al llegar la noche, sino perdía fuelle antes, la abuela tendría que poner la lengua en remojo para descansarla.¡Que pesada!
Sobre las ocho de la tarde yo ya no podía más ¿cuándo se le acabará el saldo? pensaba. Pascualita, tan harta como yo, optó por tumbarse sobre la arena del fondo a esperar que amainara el torrente de palabras. Entonces, en un arrebato, me levanté, fuí hacia la abuela, le cogí el móvil y lo tiré al "acuario". Fue visto y no visto y no le dió tiempo a reaccionar. Quedó muda de repente, después gritó - "¡Estás loca! y metió la mano en el agua para recoger su teléfono pero Pascualita llegó antes y se sentó encima. - "¡Dámelo, hija, que se va a estropear! Inmediatamente, la abuela se echò hacia atrás ¿qué ocurría?. La sirena, que es más lista que el hambre, sacó a pasear su temida dentadura de tiburón defendiendo su botín - "¡Pascualita. Que soy yo! ¿Qué te pasa?" - Un nuevo intento de la abuela, esta vez, poco a poco y con mucha cautela, tampoco tuvo exito porque Pascualita, esta vez, atacó y mordió la mano de su amiga con las mismas ganas con las que me mordía a mí. La abuela gritó, pataleó, juró en arameo, pidió socorro y a punto estuvo de tirar el "acuario" al suelo de una patada. - "¡¡¡Cómo duele, hija de ..a!!! . ¡¡¡Te mataré!!! . ¡¡¡Haré caldo de pescado contigo!!! ..."- Cuando pude sujetarla, la mano ya era el doble de lo normal. Le dí un calmante y se acostó. Volví junto a la sirena y por primera vez, se dejó tocar por mí. Habíamos ganado la batalla.

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