lunes, 5 de diciembre de 2011

¡Estoy hecha una braga! ¡No me encuentro a mi misma! ¡Socorro, que alguien me devuelva mi cabeza! ¿Quién me manda hacer caso de la abuela? Si me da lo mismo qué licor es mejor, si el chinchón o el orujo y de todas maneras, no recuerdo cúal fue el veredicto... Creo que Pascualita está, más o menos, como yo porque he arrimado una de las botellas al "acuario" y desde el lecho de arena me ha sacado los dientes, pobrecilla. La abuela no está, supongo que habrá ido al médico porque ella también llevaba ayer una borrachera como un piano y esas cosas, a su edad, no pueden ser buenas...
¡¡¡Pam!!! La puerta se ha abierto de golpe y ha entrado un torbellino - "¡Espabila, que me ha dicho Andresito que la policía vendrá a hacernos una visita! Hay que esconder a Pascualita... ¡Venga, piensa un sitio que no hay tiempo que perder! En cuanto me lo ha dicho he venido corriendo pero antes he puesto a parir a su hijo, por meterse donde no le llaman ¡Que le importará a él quién muerde o deja de morder a la gente! ¡Y la del 4º me va a oír cuando la tenga a tiro!" - ¿Todo esto no me lo podrías haber dicho en un tono suave? Me duele muchísimo la cabeza... - "Te lo vengo diciendo desde siempre: no vales para nada, hija. Te tomas dos copitas y ya estás por los suelos. ¡Hay que tener más aguante!" - Arrastrándome como una ameba gigante me acerqué al "acuario" mientras intentaba que algún pensamiento positivo se abriera paso entre las espesas nubes alcohólicas de mi cerebro y entonces llamaron, insistentemente, al timbre de la puerta. El ruído se metió como un clavo ardiendo en la cabeza. El empujón que me dio la abuela apunto estuvo de tirarme sobre la bañera rosa - "¡¡¡Es la policía. Corre, corre!!!" - ¿Hacia dónde?, pensaba yo - ¡¡¡coge a Pascualita y escóndela. Yo los entretendré. Corre, pasmada!!!" - Aturullada como estaba, no se me ocurrió otra cosa que coger a la sirena, que dormitaba tranquila, y metérmela en el escote. El frío del agua y del cuerpo del bicho me espabilaron un poco pero, cuando se disipó la niebla de mi mente fue al sentir un doloroso mordisco en el pecho que me hizo aullar como una loca. - ¿Qué le pasa, señora? - La voz extraña me hizo reaccionar y disimulé todo lo que pude aunque las lágrimas corrían a raudales por mi cara. La abuela ideó una excusa: - "Acaba de morir su marido. Era un mal hombre pero ella le quería, la mujeres somos así... No, el fiambre, digo, el muerto no está en casa... Estaba en ingresado en el Manicomio, ya saben... drogas, mala vida, alcohol... Huy, no saben lo malo que es eso, sin ir más lejos, esta pobre es solo medio alcohólica y todo gracias a mí que siempre le digo bebe agua, hija mía que no hay nada mejor" - Me di cuenta de que el pecho se estaba hinchando y Pascualita escurriendo, ya iba por mi barriga. La policía no se daba ninguna prisa buscando al bicho peligroso y yo sabía que éste no tardaría en aparecer entre mis piernas como si de un parto se tratara. Estaba perdida. Llamaron a la puerta y un segundo después la cotilla del 4º entraba en la salita. La abuela debió ver mi desesperación y se despachó con ella poniéndola como hoja de perejil, cosa que distrajo la atención de los policías que, hasta ese momento, no me quitaban ojo. Entonces maniobré entre mis ropas y conseguí sujetar a Pascualita con el elástico de las bragas mientras le pedía a todos los santos que no volviera a morderme y sobre todo, que la inspección acabara pronto porque la pobre ya debía estar boqueando. Dos minutos después, que me parecieron siglos, los guardias se despidieron y con ellos se fue también la cotilla y por fin todas respiramos, sobre todo Pascualita que pudo volver al agua. Durante varios días lucí un pecho espectacular, tanto que la abuela no paraba de darme la vara -"¿Por qué no dejas que te muerda el otro? te quedaría un escote precioso, así estás descompensada"

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