domingo, 25 de diciembre de 2011

¡¡¡Feliz Navidad, Feliz Navidad!!! He conseguido llegar viva a éste día a pesar de haber pasado la Nochebuena en el Funeral. Todo estaba adornado con profusión de brillos y colgantes. Cada una de las fotos de los finados tenía su orla de espumillón y antes de sentarnos a cenar se hicieron bastantes brindis a su memoria. La mesa era un guirigay de risas y chistes verdes. La comida opípara y abundante. Cuando se les desató la lengua supe que algunas despensas habían sufrido un bajón esa noche - A mí hijo le regalan muchas... - No se van a beber todo lo que tiene ...-  con el turrón pasó lo mismo y con los langostinos y no se con cuántas cosas más. Al ver las bandejas repletas de carne, pescados y mariscos de toda clase pensé que deberíamos haber traído un taper para llevarnos parte de lo sobrante a casa... pero no sobró nada. La cena acabó tarde porque entre bocado y bocado, había que brindar por lo que fuera. Luego se bailó, alguno lo hicieron con las copas de champán en la mano y el suelo empezó a ponerse resbaladizo. Hubo caídas sin consecuencias salvo que las risas, las canciones, la juerga en general, fue en aumento
Yo procuré no pasarme en nada y fuí la diana de muchos chascarrillos pero no me importó porque quería estar pendiente de Pascualita ya que la abuela hacía tiempo que había perdido el control y bailaba como una descosida. En cuanto pude me acerqué para decirle que la sirena debía estar muy mareada - "¡Tienes razón!" - (nunca sé si es mejor, decirle las cosas, o no. En este caso no lo fue) Sin pensárselo dos veces sacó a la sirena , que estaba bastante maltrecha, del termo y levantándola en alto como un trofeo, gritó - "¡¡¡Os presento a Pascualita!!!" - Quise quitársela de las manos pero no pude, me empujó, resbalé y caí. La mayoría fueron a por sus gafas para ver qué era ese fenómeno exhibído con tanto fervor. Hubo reacciones para todos los gustos: algunos pensaron que era un juguete, feísimo, para gastar bromas; a otros les dió asco, otros pasaron de él olímpicamente pero una de las mujeres se la arrebató de las manos y la tiró a una amiga que estaba algo más lejos. Entonces empezó el juego de "¿a ver si coges a Pascualita?" y todos quisieron jugar, la abuela la primera. Yo tenía los pelos de punta viendo volar a la sirena por toda la cafetería mientras, partiéndose de risa y sin pensar en lo que estaba haciendo, la abuela intentaba cogerla. El pobre bicho iba con las manos por delante tratando de detener aquel carrusel. Era tan rápido, a pesar de la borrachera general, que no tenía tiempo de morder para anclarse y dejar de ir de acá para allá. entonces, cuando más desesperada estaba, alguien me lanzó a Pascualita y pude hacerme con ella... solo un segundo. Un fuerte manotazo hizo que la sirena volara directamente hacia la puerta de entrada, justo cuando esta se abría para dar paso a los municipales que venían a advertirnos de que una nueva llamada conllevaría una multa a pesar de ser Nochebuena. Pascualita quedó pegada a los frondosos bigotes del primer guardia que entró y me costó Dios y ayuda despegarla de allí aunque al guardia le costó más: un trocito de bigote y su correspondiente pellizco de carne al que iba pegado. La escondí en mi sostén mientras rezaba a todos los dioses para que no me mordiera, cosa que no hizo pero vomitó, no se si por el mareo o por los pelos del espeso bigote.
Era tal el jaleo en el Funeral que el compañero del herido no había visto a Pascualita  y todos los demás estaban tan bebidos que podrían haber jurado sobre la Bíblia que no sabían de qué les hablaban, a pesar de haberla tenido en las manos.
La visita de los guardias, los gritos desaforados del herido mientrasa el veneno hacía su efecto y  la herida se hinchaba exageradamente y el cansancio que ya hacía mella en los ancianos, fue el punto final a una noche divertida... para ellos. Minutos después el autocar contratado nos dejó en casa.

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