domingo, 18 de diciembre de 2011

 Hemos ido de excursión al embalse de Cúber ¡Dios bendito! por qué a nadie se le ocurrió trazar una línea recta en el mapa al hacer la carretera. Al llegar al punto de reunión Pascualita y yo estábamos verdes, parecíamos primas hermanas; la abuela estaba como una rosa y no ha parado de cantar durante todo el camino
Como no ha querido dejar a  Pascualita en casa: "para que aprenda lo que es una excursión y así, cuando vuelva a su hábitat pueda organizarlas ella" ... (es inútil que le repita que vive a muchos metros bajo el mar) la pobre se ha pasado medio itinerario encerrada en el termo hasta que me he compadecido de ella y la he metido en una caja de plástico con agua de mar, que he colocado sobre mis rodilla. Mientras tanto la abuela, que era el chófer, no paraba de cantar a voz en grito y tomaba las curvas somo si estuviera corriendo un rally. ¡Ay! me mareo solo de pensarlo.
¡Qué frío hacía allí! Hemos llegado los primeros, así he podido dejar fuera del termo a Pascualita. Al cabo de un rato su color había pasado del verde al morado ¡Estaba helada!  - "¿Qué pasa? ¿dónde está ese espíritu aventurero que, se supone, tienes que tener?" - Se ha quedado tirado en una de las curvas que has tomado tan alegremente - le he dicho, huraña -  "¿Dónde está Pascualita?" - En la caja de plástico. La pobre está enferma de frío -  "Tráela aquí y tu vete a buscar más leña" - Caminé un buen rato junto a la orilla del pantano. Allí no había leña pero estaba fuera del alcance de la abuela. Al volver habían llegado sus amigos del Funeral y tenían montado un buen guirigay . En lo primero que me fijé fue en la caja de  Pascualita estaba, vacía pero no pude preguntar nada porque, como siempre, la abuela era el centro de la reunión en la que no se paraba de beber vino, por el frío y cantar alegres canciones de los años cuarenta del siglo pasado.
Me empecé a preocupar cuando alguien dijo: - ¿Habéis asado pescado? Huele. - No, todos habían traído carne y embutidos ricos en colesterol para tener entretenido al médico de cabecera la semana que viene. Por fin pude hacer un aparte con la abuela: "Ay, no te preocupes que no le ha pasado nada. Como estaba tan helada la he puesto en las piedras calientes cercanas a las brasas y al rato ha empezado a oler como si estuviese asando sardinas. He visto que Pascualita se movía inquieta, pensé que era de alegría al notar calorcito en el cuerpo, pero luego, al mirarla bien, no parecía alegre sino apurada así que la he cogido para meterla en el agua ... - ¿Le has dado una sauna? ¿del calor al frío? - "No me ha dado tiempo porque han empezado a llegar estos. No sabía qué hacer con la sirena, la tenía en la mano y como tú te empeñas tanto en que no la vea nadie, la he tirado" - ¿Qué la has...? ¿Dónde está ahora? - "Disimula... no mires pero está... sobre nuestras cabeza, en esta especie de pino tan frondoso... Ahí, a la derecha... ¿la ves?" - Vaya si la veía. Se agarraba con fuerza a la rama porque una fuerte ráfaga de viento amenzaba con llevársela de paseo... cosa que hizo un segundo después. De repente todo voló, vasos y platos de plástico, papeles, bolsas y ... Pascualita. Afortunadamente aterrizó en el cogote de Andresito que en esos momentos coqueteaba con la abuela. La impresión le sacudió el cuerpo. Pascualita buscó refugio en los pliegues de la bufanda y allí se acurrucó. Yo me arrimé y vi sus dientes amenazándome si la sacaba de allí pero no podía  quedarse. A la abuela le susurré en el oído: ¡¡¡Cógela!!!. - Un segundo después sus brazos se habían convertido en tentáculos que se agarraban sensuales y poderosos al cuello y los hombros de su novio. El cachondeo fue general - ¡Vamos a torrar sobre estos dos que van más calientes que un misto! ¡Dejad algo para el postre! jajajajajajaja! - Entonces ví llorar a la abuela en silencio. La sirena le había arreado un mordisco de los que hacen época cuando la arrancó de aquel nido calentito. Me la pasó de inmediato y pude meterla en el termo justo cuando hacía sus últimas boqueadas. Andresito, al ver las lágrimas de su amor se emocionó creyendo que eran por él y poniéndose de rodillas le pidió matrimonio. Por toda respuesta, la abuela se giró hacia mí gritándome - ¡¡¡Tráe el chinchón, a ver si nos quitamos en frío de encima!!!. Que romántica es.

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