jueves, 29 de diciembre de 2011

La abuela se ha ido a dar una vuelta en bici con Pascualita metida en el termo. Me ha dicho que pensaba llegar hasta Illetas a comerse el bocadillo junto al mar. -Vete a C,an Pastilla que el trayecto es liso - "¿Vas a llevar tu la bicicleta?" - Me he dado un punto en la boca.
Ha salido temprano, sobre las 9, son cerca de las 2 y aún no han vuelto. No me preocupa que les haya pasado algo porque se saben defender pero estoy viendo que tendré que prepararme  la comida y eso me repatea. Me da la impresión que quién se está volviendo pasota es ella.
Bueno, vaya día complicado. Sobre las cuatro ha llamado la policía diciéndo que la abuela estaba en una clínica... veterinaria ¡Dios mío! en seguida me he puesto en lo peor. La imaginaba encamada, llena de cables y sueros, golpeada, ensangrentada ... ¡alto ahí! ¿veterinaria? . Al llegar la encontré en un pasillo. Estaba nerviosa, fuera de sí. - ¿Te has caído, abuela? ¿Qué ha pasado? - "¡En mi vida me he caído de una bicicleta, no como tú que no sabes ni subirte!" - Me fijé en que el termo estaba abierto y ¡vacío! - ¿¡Y Pascualita!? - "¡Calla, tonta! Al final descubrirás el pastel... esos que vienen hacia aquí son los dueños del jodído perro así que, cierra la boca oigas lo que oigas" - Inmediatamente la abuela se transformó en una anciana desvalida, llorosa e insegura (¡que gran artistas se ha perdido el teatro español!).  La pareja de jubilados alemanes estaba consternada - No se preocupe, señoga. Todo igá bien y enseguida le entregarán su tamagochi - "Ay, gracias... ¿No lo romperán, verdad? ... Es lo último que me regaló mi querido esposo antes de... ay, ay, ... en fin, ya saben... antes de partir para siempre de mi lado... ay, ya... ¿Y el perrito quedará bien?" - El veterinario nos dice que nunca más tendrá cachogos pogque han tenido que cogtagle los... ¿cómo dicen ustedes? ... ah, si... cataplines - "¡Cuánto lo siento!" - No, no, quegida señoga. Ya teníamos pensado haceglo. Quegemos que nuestro pego sea pacífico. Ahoga lo segá. - "Bueno, no hay mal que por bien no venga" - Minutos después el veterianario se acercó a ella y le entregó un pequeño envoltorio - Su juguete, señora y tranquilícese, hemos tenido mucho cuidado al separarlo de... bueno, de dónde estaba - "¿Está entero?" - Está perfecto - La abuela suspiró, se despidió rápidamente de todos y salió de aquel sitio a la carrera.
¿Vas a decirme qué ha pasado? - pregunté después de sumergir a la sirena en la garrafa de agua de mar que siempre llevábamos en el coche y la vimos resucitar. - "Mientras me comía el bocadillo sentada sobre la arena de la playa, Pascualita contemplaba el mar tendida en la toalla" - ¿La sacaste a la vista de todos? -"¿Qué todos? allí no había nadie. Ni siquiera un bar abierto. Entonces llegó el puñetero perro que esos dos pánfilos que has visto antes, habían sacado a pasear. ¡A pesar de los letreros de prohibición!... El caso es que en cuanto a visto el bocadillo ha venido hacia mí y tu sabes que los perros me dan miedo. Venía ¡corriendo! Me entró el pánico y corrí hacia el lado contrario mientras le gritaba a los dueños que se lo llevaran. Pero no me seguía. Se había parado a husmear a Pascualita. Todos mis miedos se esfumaron y volví a por ella ¡que no se la coma! gritaba yo. El perro la tocaba con el hocico, la husmeaba, la empujaba, la hizo rodar por la toalla hasta sacarla a la arena y justo cuando llegué a su lado, abrió las fauces para tragársela. Entonces Pascualita se defendió. De un salto se cogió a loque vió más a mano y mordió con todas sus fuerzas una y otra vez. Los saltos y aullidos del perro eran dignos de verse y escucharse. Pascualita no tenía compasión. Los dueños  se llevaron al animal que sangraba como un toro de lídia y no había quién lo calmara. Entonces vieron a la sirena. Grité sustada : ¡mi tamagochi!. Quedaron convencidos de la historia que siguió a esa frase. Lo demás ya lo sabes. Pidieron al veterinario que tuviera mucho cuidado con el juguetito de " la pobre señoga" . Los testículos no tenían solución, estaban hechos picadillo.

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