lunes, 23 de enero de 2012

Ha venido un policía y traía cara de pocos amigos. Ya debe estar harto de que le endosen la búsqueda de "algo raro que muerde". - Venga, de una vez por todas, hagan el favor de decirme qué es lo que esconden, aunque sea un marciano. Me lo creo todo. No me voy a mover de aquí hasta que lo vea con mis propios ojos. - "Pues tendré que invitarle a comer porque no tenemos nada que esconder" - Su vecina del 4º no opina lo mismo. Ha declarado que "lo que sea que buscamos" se ha comido a su pez y luego le ha mordido a ella. He visto las heridas... - "Se las hizo con un tenedor la muy tonta" - Sí, pero también hay una hinchazón muy grande y agujeritos que, según ella, son de dientes. - "No le haga caso. A esta mujer le gusta empinar el codo y en cuanto viene se zumba unas copitas de chinchón. Todo se lo hizo con el tenedor. Por cierto, daba miedo verla" - ¿Y lo de su pez? - "Eso es verdad. Es una envidiosa y hasta que no metió al pobre Ataúlfo en la bañera rosa no paró. Desde que la tenemos quiere que se la regale. Ataúlfo se murió porque era un pez de agua dulce y en la bañera hay agua de mar" - ¿Por qué? - "Tenemos pequeñas algas sembradas para poner en las ensaladas" - Pero dice que se lo comieron. - "¡Eso son tonterías, agente. El pobre se murió porque allí no podía respirar". - ¿Dónde está? - "¿El pez?. Lo tiramos al wáter, pobrecito... ¿No pensará que hemos hecho caldo de pescado con él?" - Al sonar el timbre de la puerta supe en seguida de quién se trataba: La Cotilla, que entró como siempre, como un huracán. - ¡No haga caso de lo que le cuente ésta mujer. Es una lianta! - Volvieron a llamar y esta vez la visita era para mí. El médico apareció en mi casa cuando menos lo necesitaba. Las secuelas del ataque de Pascualita aún eran bien visibles en su cara. El policía se percató de ello - ¿Y a éste qué le ha pasado? - ¡Mire. tiene las mismas heridas que yo! - gritó triunfante la vecina - ¡Señora, cállese de una vez!... ¿Cómo se ha hecho ésto, señor? - Poniéndose rojo de la emoción, dijo : Fue en una noche muy especial... - Vale. No diga más. No nos interesan sus juegos amorosos - y dirigiéndose a la abuela - ¿Me jura que no tiene nada mortífero en casa? - "Claro que se lo juro" - ¿O qué muerda? - "Eso no lo puedo jurar" - el policía abrió mucho los ojos - ¿por qué? - "Por qué, tanto mi nieta como yo, en un momento de enfado o en defensa propia, podemos morder hasta que se me salga la dentadura..." - ¡Ya está bien de tonterías! Voy a registrar la casa de arriba abajo y Ay de ustedes si encuentro algo sospechoso. - Durante más de una hora oímos abrir y cerrar cajones, puertas, mover trastos y... nada. No dió con Pascualita. Ya tenía un pié en la escalera cuando se volvió movido por una corazonada - ¡No he mirado en el depósito del wáter! - Dimos un respingo que, afortunadamente, nadie vió. Entramos en tropel en el cuarto de baño. El policía estaba subido en la taza del inodoro y recorría con la mano el interior del depósito del agua. Yo le rezaba a Santa Rita. Por fin, convencido de que allí no había nada, el policía se fue. Antes de salir se lamió un dedo - ¿Ponen sal en el depósito? - "Es contra la cal" - respondió rápida la abuela. Antes de apagar la luz del baño miré hacia arriba. Pascualita, sentada en el borde del depósito, hacía el signo de OK con los dedos mientras una mueca horrible afeaba aún más su cara, en realidad estaba sonriendo y mostraba sus letales dientecitos de tiburón. - "¿Está bien?" - me susurró la abuela - Dice que Ok.- "¡Uf! esto se merece algo ¿no crees?... Doctor ¿le hace un chinchón?".

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