lunes, 20 de febrero de 2012

¡ "Recortes, recortes y más recortes! Estoy hasta el moño y eso que no han hecho más que empezar ¿Y para esto me he levantado pronto?" -

La abuela ha llegado a casa hecha un basilisco - "Tenía cita en el médico a las 9,30 y me han llamado ¡a las 11,30! Menos mal que me he llevado un libro para entretenerme pero al final, por los nervios, ya no sabía si el chico se había enamorado de la chica o de la madre que la parió"

Pascualita me miró con mala cara al ver gritar a la abuela de modo que decidí largarme de allí. En la puerta me encontré con Blas el Parado - Pasa, hombre y no le hagas mucho caso a la abuela que no tiene un buen día - Desde la escalera se oían sus gritos. Estaba enfadada de verdad, quizás porque no había podido descargar su frustración en los culpables del tijeretazo (esos pacen en otros prados) así que se explayaba de ésta manera. Pascualita solo entendía que algo malo le pasaba a su amiga y actúo en su defensa. Antes de poner un pie en la calle oí el grito de Blas - ¡Vaya, amigo! (pensé) te ha puesto un ojo a la funerala.

Llamé al Médico para ver si me invitaba a comer pero, aunque se puso al teléfono, no estaba el horno para bollos. - Estamos todos los del hospital concentrados en la calle. Ya me gustaría invitarte pero estamos esperando a los antidisturbios y si tengo suerte, a lo mejor me arrean un porrazo - ¡Este tío no tiene arreglo!

No me apetecía ir a casa y decidí dar un paseo. Hacía mucho frío y busque refugio. Sin apenas darme cuenta, llegué hasta El Funeral y me senté tras pedir el menú del día. Ni siquiera me interesé por saber qué platos lo componían, solo me apetecía comer tranquila.

El dueño vino con un húmeante plato de sopa que olía a Avecrem. No me importó, sin embargo, antes de que pudiera probarla, las sillas de mi mesa fueron bruscamente arrastradas  - "Que bien encontrarte aquí! Ya sabemos quién pagará la factura" -. En un santiamén se acabó la tranquilidad. La abuela, la Cotilla y Blas se sentaron a mi al rededor y ví a Pascualita mirándome a través de la ranura del termo

 - ¿Qué te ha pasado en el ojo? - pregunté tratando de controlar mi rabia - "Una cosa muy rara. Pero no le preguntes por eso que ahora está tranquilo" - ¿Y Pepe, no ha venido? - "!Aquí está!" y plantó la cabecita en medio de la mesa . Al momento se levantó un hombre de una mesa cercana - Disculpen ¿puedo llevarme el salero un momento? - antes de que pudiéramos impedirlo, se lo llevó. Y nosotros nos reímos al ver sus esfuerzos por sacar algo de sal del "salero". Acabó llamando al Dueño y protestarle por tener unos artilugios tan modernos que no servían para nada. Unos segundos después Pepe volvió a nosotros y recibimos una mirada asesina del dueño del Funeral.


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