sábado, 24 de marzo de 2012

- "¡¿Dónde está?! ¡No la encuentro! ¡¿Dónde se ha metido?!" - Espera, espera... no sé de qué me hablas...   ¿Has vuelto a perder la cartera? ... mira en el congelador.

Pascualita había desaparecido. No había ni rastro de ella. O sea, que no se veía el rastro húmedo que hubiese debido dejar tras de sí al salir del "acuario", lo que quería decir dos cosas... o tres... bueno, quizás varias. No sé, la cabeza no me da para tanto... O bien seguía dentro del "acuario" bien escondida, o si salió de él lo hizo durante la noche y lo mojado se había secado ya, o se había caído al suelo, o... ¡yo qué se!

La abuela no me ayudaba nada porque estaba hecha un manojo de nervios - Vete a dar una vuelta que aquí, lo único que haces, es estorbar - "¡No puedo irme hasta que la encontremos!... ¿dónde puede haber ido?"" - Al mar. Es lo lógico... claro que, desde aquí, le queda un poco lejos... - Mientras hablábamos saqué el barco hundido, lo sacudí, separé las plantas acuáticas, moví la arena del fondo. Nada.  La abuela interrogó a Pepe pero el siguió con los ojos y la boca cerrados - "Este no sirve para mucho"

Para complicar más las cosas recibimos la visita de la Cotilla - ¡Que mal lo he pasado! He tenido un cólico y he estado toda la noche sentada en el trono... debió sentarme mal la cena - "¿Qué cenaste?" - Unas croquetas que me dió la vecina que me había "invitado" a comer - ¡Que lista es esa mujer! A la primera se ha desecho de usted jajajaja. Abuela, a ver si aprendes jejejeje - La abuela seguía a lo suyo - "Oye, Cotilla ¿no habrás entrado aquí ésta noche?" - No... ¿por qué? - "Ha desaparecido mi broche" - ¡Alabado sea Dios! Por fin dejaremos de ver algo tan feo.

Definitivamente, Pascualita no estaba. Barrimos, movimos muebles, sacudimos cojines, miramos en todos los rincones y... nada. Propuse hacer un alto y tomar un café con leche - Ay, sí, hija. Menos mal que, de vez en cuando, piensas... y una copita de chinchón tampoco vendría mal ¿no? - ¿Pero usted no estaba mala? - La abuela cogió una caja de pastitas de té que habíamos empezado en Navidad y que estaba sobre el aparador, junto a la pecera. Preocupadas como estábamos, no nos dimos cuenta de lo que la Cotilla cogió de la caja hasta que gritó como una posesa. En un santiamén sus labios aumentaron exageradamente. Lo que ella tomó por una pastita era la sirena. Pascualita, reconvertida en una golosa compulsiva, había saltado de la pecera donde la dejamos anoche (y que no recordamos a causa de los nervios) y se había metido en la caja de dulces. Su abultado vientre delataba que se había puesto las botas y solo la sensación de peligro al sentir en sus carnes la presión de los dientes de la Cotilla, la sacaron del sopor en que había caído tras el banquete que se había dado.

La alegría por haberla encontrado hizo que dejáramos bastante descuidada a la pobre Cotilla que no paraba de llorar. Harta de oír sus gritos y aspavientos, la abuela le soltó - "La de novios que van a salirte con esos labios sensuales... ¡Y sin pagar un euro!"

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