viernes, 9 de marzo de 2012

- "¡¿Por qué dejas esto aquí?! siempre lo tienes todo por en medio... Mira. ¡Tus calcetines! ¿Por qué no puedes llevarlos a la lavadora?" - ¡Uf!. Hoy la abuela se ha levantado con el pie izquierdo y va a recibir hasta Pepe, con lo callado que es el hombre. Pascualita no ha salido del agua en toda la mañana. La tía es muy lista y cuando hay temporal, prefiere quedarse en el fondo del "acuario".

Estaba en el baño cuando he oído el timbre de la puerta y poco después, la abuela le estaba pegando la bronca a alguien. Me asomé sin hacer ruído. El Municipal, en posición de firmes y más tieso que un palo, estaba rojo, supongo que de vergüenza. Había venido a pedir explicaciones sobre el por qué había comprado el veneno a los chinos. - "¿Y a tí qué te importa?" - A mí nada pero mi jefe me ha ordenado que venga a pregunt... - ¡Tu jefe, su jefe!... Que venga él y me lo pregunte a la cara" - Por mí, encantado pero me ha dado una órden y yo tengo que cumplirla - "¡Y yo tengo que hacer la comida para la zángana de mi nieta y para mí! - El portazo hizo que se movieran los cuadritos que cuelgan de las paredes de la entrada.

- Te noto un poco alterada, abuela ¿Pasa algo? - "¿Pero tú en qué mundo vives?. Claro que pasa... ¡y lo que pasará como los políticos sigan con las tijeras en la mano! Son como las malas peluqueras a las que les dices: corta poco y empiezan quitando un poquito de aquí, otro de allí, luego se dan cuenta de que han hecho un trasquilón y tienen que corregir... total, que cuando acaban ya no tienes melena porque te han dejado con cuatro pelos tiesos. Luego te dicen que te quedan estupendamente y encima tienes que pagarles por el desaguisado. ¿Cómo no quieres que esté alterada, alma cándida?" 

- Tienes a Pascualita asustada... Mírala, está acostada sobre la arena del fondo. Hazle un poco de caso a la pobre que no tiene la culpa de nada... bueno, de casi nada - "Ojalá pudiera repartir unos cuantos mordiscos a quién yo me sé" - No la animes que no necesita nada para cabrearse - Cogió a la sirena y se fue con ella a la cocina - "Le contaré la receta de hoy. Creo que ésta no se la sabe" - Iba por sofrito cuando entró la Cotilla, tan pancha. - No me digas nada. He encontrado una llave en el cajón de la mesa de la cocina - Lo que no entiendo, a parte de su cara dura, es como, sin tener apenas dinero, ha hecho tantas copias - Ah, porque me las regalan en la ferretería. Trabaja allí el hijo de un primo mío al que, hace muchos años le hice un favor y claro, me lo debe, por eso, siempre que necesito algo voy a ver al chico - ¿Y no le cobra nunca? ¿Qué favor le hizo? - Le guardé el perro una semana en mi casa mientras mi primo, su mujer y este chico, que era muy pequeño, se iban de vaciones - Pues sí que le salieron caras ... ¡Lo has oído, abuela! - Salió de la cocina secándose las manos y con Pascualita colocada sobre el hombro - ¡Ay, que susto! ¿Estás haciendo pescado?  lo digo porque se te ha puesto uno ahí - "¿Esto? Es un adorno" - No sé de donde los sacas pero son feos de narices - Pascualita se dio cuenta de que la Cotilla hablaba de ella y no bien, por eso abrió la boca enseñanado sus dos filas de afiladísimos dientes en plan intimidatorio - ¡Se mueve! - "Es que es un robot japonés. Me lo ha regalado Andresito - ¿Ha estado en Japón y no te ha llevado con él?... huy, huy, huy... eso quiere decir que, el día menos pensado, te deja por una jovencita jijiji... No creas que me río de tu desgracia jijiji... es que me ha dado la risa floja jijiji... - ¿Abuela, la saco a patadas? - "Simplemente... sácala" - dijo muy digna y muy tiesa.

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