viernes, 18 de mayo de 2012

- "Ya sé a qué se debe mi elegacia innata" - Esta frase de la abuela ha sido fruto de la meditación de toda una mañana. Cuando se ha levantado de la cama ya le he visto pensativa. Y ahora me sale con estas.

- ¿A qué me copias? - "¿A tí?... jajajajajaja, no me hagas reír. Desengáñate, guapa, no tienes percha, en cambio yo, cualquier trapo que me ponga, lo realzo" - ¿Entonces a qué se debe? - "A qué en una de mis anteriores vidas... " - ¡Ya estamos otra vez con el rollo de la reencarnación! - "Tú no crees en él porque debiste ser un cerdo o el perro del hortelano" - ¡Eh, sin ofender! - "Tienes razón, ni los cerdos ni los perros tienen la culpa jejejejeje... Fui Cleopatra VII... ¿No sabes quién fue?... La Cleopatra que hizo Liz Taylor... ¿Pero no te acuerdas que la vimos en el cine?" - ¡Ah, la película aquella tan larga! - " Pues esa fui yo" - De repente me dio la risa floja y no podía parar - ¿Esa? jajajajaja... si era más fea que un dolor de muelas jajajajaja... - "¡No digas tonterías! Era preciosa, sino no la hubiera interpretado la Taylor" - Cogí una revista donde venía fotografiada una moneda del tiempo del reinado de aquella famosa reina egipcia y de paso, cogí también a Pascualita - ¡Mira y compara! ¿Quién es más fea, Pascualita o Cleopatra? - La decisión era difícil - "¿Estás segura de que este loro es quién yo digo?" - Mira, aquí lo dice bien claro - Entonces se dio una palmada en la frente - "¡Me he equivocado de nombre! como los tenían tan raros jejejejeje... Ha sido un lapsus... quería decir Nefertiti" - ¡Ya!

A la hora de comer han venido Blas y la Cotilla. El ha traído una ensaimada de crema para festejar la buena marcha del negocio - "Nos la comeremos con el café y el chinchón" - A la Cotilla se le iban los ojos hacia el dulce. Sabía que no lo probaría porque, desde la discusión con la abuela, ésta no la invitaba a licor, así que desplegó su estrategia - Que bien te sienta esta blusa ¿es nueva? - "¿Esta? que va. Hace mucho que la tengo aunque no me la ponía" - Pues hay que ver como la realzas - (¡Será bruja. Nos ha oído cuando hablábamos en la cocina esta mañana!) - Abuela, no te fíes de ella que te está camelando - ¿Yoooo? ¿Cuándo me has visto darle coba a la gente? ¡Nunca!... No hagas caso a tu nieta, ya sabes que me tiene entre ceja y ceja... por cierto, tienes el cutis más brillante y terso que de costumbre... ¿te has hecho algo? - "¡Que va! Me lavo con agua clara todos los días, como siempre" - ¿De garrafa? Que lujo, hija. Yo no puedo hacer estos dispendios porque tengo una pensión que no me llega para nada... ¡ay, que vida ésta!(¡que cuentistaaaaa!) - "No, de garrafa no. Lo que pasa es que tengo una herencia genética muy buena" - En cambio otras no la han heredado... (¡y me miraba a mí! Un día le retorceré el cuello) Quería decirte que siento mucho lo que pasó el otro día entre nosotras. Hace tantos años que nos conocemos que ya eres como de mi familia, que es lo más importante del mundo. Por que la familia... (y siguió hablando hasta que logró lo que quería) - "No se hable más. Hagamos borrón y cuenta nueva"

Después de comerse dos platos de macarrones, la vecina se levantó presurosa de la mesa, no para ayudar a recogerla sino para sentarse en el sillón más cómodo de la salita. No pude dejar pasar esta afrenta, así que puse a Pascualita dentro de la ensaimada, en el centro, que es lo que más le gusta a la Cotilla. Es tan ansiosa que  no pudo esperar a que todos estuviéramos sentados, quería el centro para ella sola y lo tuvo. Pascualita, que estaba encantada comiendo crema, fue interrumpida bruscamente y mientras la vecina se llevaba el trozo a la boca, el rencoroso bicho, sintiéndose agredido, saltó, gracias a un fuerte impulso de su cola, a la naríz de la Cotilla y le clavó sus dientecitos de tiburón. Tuve el tiempo justo de impedir que la ensaimada cayera al suelo porque, a consecuencia del dolor, la mujer le había dado una patada a la mesa, menos mal que aún no habíamos puesto ni el chinchón ni las copas. Luego, de un tirón, le arranque a la sirena. Cuando la abuela y Blas llegaron, alarmados por los gritos, la vecina sangraba por los pequeños desgarros y lloraba a moco tendido. - ¿Qué le ha pasado? - la atendió solícito, Blas. La abuela, mientras tanto, llenaba un vaso con chinchón al tiempo que me guiñaba un ojo. Uno de sus lemas es: perdono pero... no olvido.

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