martes, 5 de junio de 2012

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Me he pasado por el mercado de Pere Garau a comprar gambas.  Eran frescas porque estaban congeladas jejejeje. El presupuesto no da para exquisiteces. Y en cuanto he llegado a casa he llamado al Médico para invitarlo a comer- Vamos a darnos un homenaje - le he dicho.

Casi no me ha dado tiempo a descongelar las gambas cuando ya estaba tocando al timbre de la puerta. Menos mal que había tenido la precaución de meter a Pascualita en el cuarto de la abuela, a Pepe, en cambio, lo he dejado en su sitio porque es muy discreto.

Libres de la presencia de miradas extrañas hemos dado rienda suelta a nuestra pasión ,tal como mandan los cánones, mientras íbamos recorriendo las distintas estancias de la casa. Al final, un sudoroso y cansadísimo Médico ha preguntado con un ligero temblor en la voz: - ¿En el cuarto de tu abuela también? - Y pensando en la sirena dije que no. Entonces él lanzó un suspiro que me pareció de desilusión pero que, a medida que lo pienso, creo que fue de alivio.

Después preparé una ensalada mientras él se dedicaba a asar las gambas. - ¡¿Haces gambas y no me invitas?! - ¡Que susto nos dio la puñetera Cotilla! - ¿Cuándo ha entrado usted? (dije, alarmada) - Cuando el olor de las gambas ha llegado a mi cocina... ¿por qué?... ¿me he perdido algo?... Ah, ya veo que sí, sinvergüenzas. Le he fallado a tu abuela porque le dije que cuidaría de ti. Esto lo remedio ahora mismo - Cogió un plato, un vaso y un cubierto y se sentó a la cabecera de la mesa del comedor - A partir de ahora no voy a quitaros el ojo de encima... ¡Venga esas gambas! La eché con cajas destempladas y cuando cerré la puerta la oí gritar poniéndome como hoja de perejil

Comimos tranquilamente, aunque tuvimos que cerrar la ventana y la puerta de la cocina porque la Cotilla seguía insultándome por el patio de luces. Luego pasamos a la salita a tomar el café y una copita de chinchón  y acto seguidos quedamos dormidos como ceporros en el sofá. Al despertar decidimos ir a dar una vuelta - En cinco minutos estoy lista - dije sabiendo que mentía como una bellaca. Cuando me vi perfecta fui a buscar a Pascualita y entré con ella en el cuarto de baño para darme el último retoque al maquillaje. No la vi muy contenta, no le gusta que la ninguneen cuando tenemos visitas. Para congraciarme con ella me la puse sobre la cabeza y cogí el lápiz de labios. Entonces el mundo se me vino encima. Pascualita acababa de verse  en el espejo y eso nunca ha dado buen resultado. Se enfureció contra su imagen ¡claro, es tan fea! y se revolvió sobre  mi pelo dándome tirones y mordiscos desde la raíz del pelo hasta la barbilla, pasando por orejas y nariz. Vamos, que me dejó hecha un Cristo.
Al oirme gritar como una loca, el Médico acudió presuroso. Tuve el tiempo justo de coger a la sirena y meterla en el depósito del agua del water (a pesar de saber que allí hay agua dulce) - ¡Pero qué te ha pasado! - dijo viéndome herida y desencajada - ¿Nunca has oído hablar de los ataques de histeria? ¡pues me ha dado uno!


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