sábado, 2 de junio de 2012

A las cinco de la mañana la abuela ya estaba en pie y Pascualita y yo hemos tenido que aparcar el sueño. Más que nada porque con el jaleo que armaba no nos podíamos dormir. Cuando estaba en su cuarto la oía abrir y cerrar las maletas mientras murmuraba nerviosa - "¡Creo que me dejo algo pero no sé qué!"

Pascualita ha sido arrancada de su lecho de algas del "acuario" La pobre estaba tan dormida que ni siquiera  ha hecho amago de morder - "Tienes que aprender a hacer el equipaje por si un día te vas a tu hábitat... Ay, si pudieras hablar me dirías qué es lo que me falta porque la inútil de mi nieta no tiene ni idea" - Otra de sus idas y venidas ha sido al balcón. Se asomaba y volvía a entrar. Pensé que estaba nerviosa esperando a Andresito que tenía que pasar a recogerla con un taxi para ir al aeropuerto. Para eso faltaban aún unas cuantas horas.

- "¡ Hola, María. Que vamos a estar una semana sin vernos... porque me voy de viaje... No, sola no. Voy con mi novio... ¿A qué pueblo? ... No. Nos vamos a Londres y tal vez tenga oportunidad de tomar el té con la Reina... Bueno, ya te contaré cuando vuelva... ¡Gracias, gracias!" - Miré el reloj: las seis y media de la mañana y la abuela hablando a gritos con los vecinos madrugadores. Después de hablar con María lo  hizo con Pedro, con Fuensanta, con Catalina y con todos los que salían a pasear al perro o a comprar el pan. Al final me levante, enfadada. - ¡Abuela, entra que estás molestando al barrio entero!

Sobre las nueve vino la Cotilla - Vengo a desayunar contigo por si es la última vez - "¿Y por qué iba a serlo?" - Porque te vas en avión y con esos trastos nunca se sabe lo que puede ocurrir. Imagínate que os estrelláis. En ese caso siempre me quedaría un reconcome, aquí en el pecho, al pensar que no habíamos pasado juntas tus últimas horas de vida, que no me dejarían comer a gusto nunca más - ¡No se puede ser más burra! (le grité) - Tu nieta ya se está metiendo conmigo.

Cuando, por fin, pareció Andresito ya estaba cansada de aguantarla. Un rato antes habíamos tenido una discusión la abuela y yo a costa de Pascualita ¡Se la quería llevar! Al final, después de mucho tira y afloja, a claudicado pero no ha soltado a la pobre sirena ni para ir al baño. Cuando han venido Blas y el Municipal a despedirla estaba echa un mar de lágrimas. Al ver que sus amigos estaban tan preocupados que a punto han estado de llamar al médico de urgencias, se ha calmado - ¿Qué es eso que lleva escondido en la mano? preguntó al Municipal. Como vi que la abuela se había quedado en blanco, le eché un capote - Un relicario de la buena suerte - Eso son tonterías, no sirven para nada - Por lo visto, si crees sí (contesté con tono de Decano de la facultad de Oxford)  - Venga, vamos a sentarnos todos y a relajarnos con una copita de chinchón (propuse). Al final no fue una sino varias las copas que tomamos, cosa que a la abuela le fue bien porque los nervios dieron paso a la risa. De repente se reía de todo y acabamos contagaidos

¡Y por fin llegó el momento de irse!. Al taxista le estampó dos sonoros besos en cuando se bajó para ayudarles con las maletas, era un hombre de mediana edad y metido en carnes que se mostró muy confundido cuando la abuela le dio una palmada en el culo gritando -"¡Esto es carne y no lo que hecha mi madre en el cocido!".

Andresito miró furioso hacia el balcón, entonces yo hice la señal de - Ha bebido - llevándome el pulgar a la boca y cerrando el puño. La Cotilla, que bizqueaba a causa del alcohol, se asomó también - ¡Dile al... hip... piloto que vaya deeee... dereeecho... hip y discúlpame ante la Isabel... hip por no ir a tomar el ... te con vosooootras¡... - dijo a grito pelado y luego, muy bajito: No me llegan los ... hip... cuartos a fin de mes... hip, cabrones. - Al cerrar la persiana pensé - ¡Londres, no sabes lo que te espera!

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