lunes, 11 de junio de 2012

¡Se acabó la tranquilidad! Ha llegado la abuela. Ahora que nadie me oye tengo que reconocer que la echaba de menos, pero ese es un secreto que me llevaré a la tumba.

Apenas se ha cerrado la puerta tras la abuela, la Cotilla ha entrado como una centella. Tanto Andresito como yo hemos puesto mala cara ¿no podía espera un poco a que nos contáramos nuestras cosas? Pues no. Si el apodo que, hace años le puso la abuela, la retrata muy bien.

- Al final no has podido ver a la Reina ¿verdad? - "Sí que la hemos visto y la saludé" - Pero desde lo alto de un puente no vale. Tendría que haber sido a solas - (Sin pensárselo un segundo ha respondido) "¿Y quién te dice a ti que no?" - Porque tú nieta me lo hubiese dicho - ¿Yooooo? A buenas horas...- ¿Y cuándo estuviste con la Reina? - "¿Con Isabel? ... El sábado... Estuvo simpatiquísima y le encantó el chinchón que le regalamos. No lo había probado nunca y cuando lo hizo no podía parar. Hay que ver lo que aguanta esta mujer... Le dije a Isabel que fuera moderada..." - ¡Huy, moderada. Será verdad que has estado con ella porque has vuelto muy finolis... ¿La llamabas por su nombre de pila? - "Y de tú. No ves que tenemos la misma edad" - La Cotilla abría los ojos como platos y en ellos se veía como crecía la envidia - ¿Te regaló algo ya que tu le diste la botella de chinchón? - "¡Ay, sí! Esta mujer está en todo y mira que tiene trajín a su alrededor. Me regaló una taza. Mira, es esta" - La taza "real" era de las que venden en los souvenirs, con la foto de la Reina y la bandera inglesa - "¿A qué es bonita?" - La envidia iba creciendo a medida que la abuela le soltaba la trola a la vecina - ¿Me dejarás beber en ella? - "¡Ni hablar! En esta taza no beberá nadie porque es un recuerdo muy especial" - Un poco tonta sí que has vuelto.

Poco a poco fueron llegando Blas, el Municipal y el Médico. Todos estaban encantados de que el viaje saliera bien y estuvieron contando anécdotas hasta que se hizo la hora de comer, momento en que Blas y el Municipal se despidieron, sin embargo la Cotilla lo que hizo fue sentarse a la mesa, en su sitio de siempre. Me di cuenta de que, como el que no quiere la cosa, iba arrimando la taza "real" hacia ella. Aquello fue para mí, la gota que rebosó el vaso.

El Médico pidió comida china por teléfono, cinco raciones. - Pide cuatro solo, yo no tengo mucha hambre (dije) - Pero la vecina, que es un saco sin fondo en cuanto al comer, gritó - Déjalo que si sobra ya me lo comeré yo.

La abuela y yo fuimos a la cocina. Estaba ansiosa por ver a Pascualita y con tanta gente al rededor no había podido hacerlo. Yo me dedique a poner la mesa, a recoger las maletas de la abuela, en fin, que estuve enredando un poco mientras padre e hijo hablaban de sus cosas. La taza ya estaba bien centrada en el sitio de la Cotilla. Cuando llegó el chino con el encargo a la Cotilla los minutos se le hicieron horas - ¿Pero qué le pasa a tu abuela? Se nos va a enfriar la comida... ¿Sabéis que os digo? Que voy a empezar a comer - Finalmente todos se sentaron a la mesa y yo volví con una botella de agua y le llené la taza a la Cotilla que se esponjó de orgullo sabiendo que iba a ser quién la estrenara. Levantó la taza con parsimonia, disfrutando del momento. La abuela fue a decir algo pero un gesto mío la contuvo. Levanté mi vaso y brindé por los buenos momentos y  "por los mejores que no tardarían en llegar". Antes de llevarse la taza a la boca preguntó, mosqueada - ¿También te vas de viaje? ¡Menudo rumbo! - y dio un trago y un segundo después la taza volaba por los aires al tiempo que Pascualita, bien aferrada con los dientecitos de tiburón al labio superior, se balanceaba en el aire. Mientras yo cogía taza al vuelo, la abuela tiró de la sirena y se la metió en el bolsillo. Andresito y su hijo, asustados por los alaridos y el chorro de sangre que escapa de la herida, no sabían qué había pasado - ¿Se ha cortado con la taza?

Casi una hora después, mientras la Cotilla dormía la mona, remedio infalible para que se borrara de su mente cualquier resquicio de lo ocurrido, Andresito comentó - No se qué le ha pasado pero es una bendición que nos deje en paz - ¡¡¡Amén!!! dijimos los demás mientras chocábamos nuestras copitas de chinchón.

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