lunes, 25 de junio de 2012

- "¿Se puede ser más desgraciado?" - murmuraba la abuela mientras repasaba El Diario de buena mañana. - "De pequeña me enseñaron una poesía que decía: "Cuentan de un sabio que, un día, tan pobre y mísero estaba que solo se alimentaba de las hierbas que cogía, ¿Habrá otro, para sí decía, más pobre y mísero que yo y cuando el rostro volvió halló la respuesta viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó..."

- Vaya murga que le estás dando a la sirena de buena mañana ¿Se acerca fin de mes y ya tienes la cartera tiesa? - "Si eres inmigrante, sin trabajo, sin paro, sin prestaciones ni ayudas de ninguna clase, estás enfermo y vives en Balears, muérete en un rincón sin molestar" - ¡Jopé. Qué burra! - "Eso es lo que quieren nuestros votados políticos. Lo han escrito aunque luego, ante la evidencia, se les encoge el culillo y dicen que solamente son ideas" - ¡Menudas ideas! - "Gentes "humanitarias" como éstas, adoradores del becerro de oro, ayudaron a extender las grandes epidemias. Por no tratar debidamente a los enfermos, sus males tuvieron vía libre para infectar a media humanidad" - ¿Y qué pasa con Hipócrates? - "Nuestros votados políticos se lo pasan por el arco del tríunfo" - ¿Y los médicos? - "No. Ellos juraron sanar... Deseo para nuestros políticos que, si un día se gira la tortilla y tienen que emigrar a otros países, sean tratados, ellos y los de igual calaña, con la misma moneda" -  Abuela, esta gente siempre cae de pie.

Pensé que al llegar a casa tendría que hacerme yo la comida pero ha habido suerte. Una hermosa tortilla de patatas presidía la mesa. Pascualita, sobre el frutero, comía las miguitas que la abuela le iba dando. ¡A este bicho le gusta todo! menos mal que las cantidades que come son pequeñas porque sino valdría más hacerle un traje. La tele apagada nos permitía hablar de nuestras cosas tranquilamente hasta que entró la Cotilla con su habitual agilidad. La abuela cogió a Pascualita y me la tiró. Yo tuve el tiempo justo de cogerla y meterla en mi escote mientras rezaba para que no estuviera muy enfadada. - Hasta mi casa ha llegado el aroma de la toritlla ¡y no he podido resistir la tentación! - Usted está siempre en pecado mortal - ¡Que antigua es esta nieta tuya ¿Es que no sabes que ya no existe el Infierno? Lo dijo el Papa - Eso lo se yo desde hace mucho tiempo. En cuanto usted entra en casa huele a azúfre. - ¿Qué quieres decir, qué soy el Demonio? - ¡El Infierno entero, pesada!

Un rato después nos tomamos el café. Lo hice yo para poder librarme de la sirena que ya estaba medio asfixiada, la pobre. No la vi muy contenta y me acerqué con cuidado a darle unas gotitas de café y otras de chinchón. Una especie de sonrisa afeó su cara aún más pero a mi me bastó para sentirme tranquila. De momento me libraba del chorrito en el ojo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario