sábado, 29 de septiembre de 2012

Estábamos desayunando la abuela y yo mientras veíamos caer la lluvia a través del balcón del comedor. Los días grises son nostálgicos, apáticos, tristones y me llenan de melancolía. Todo lo contrario de lo que le ocurre a Pascualita. A ella lo mismo le da que haga sol o nieve, la mala uva la lleva siempre encima.  Se ha pasado todo el tiempo lanzandole chorritos de agua envenenada a Pepe. Menos mal que el pobre no se queja, bastante tiene con estar muerto y de adorno en nuestra mesa, pero no me parece bien. Iba a comentarlo con la abuela cuando he creído oír la puerta de la calle. Como no ha entrado nadie lo he dejado correr pero cuando la cosa se ha repetido varias veces me he levantado para ir a ver qué ocurría y me he encontrado a la Cotilla viniendo a toda pastilla por el pasillo - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Podemos empezar cuando quieras, ya está todo aquí. - "¿De qué me hablas?" - De hacer limpieza de ánimas. - ¿Usted ha entrado varias veces, verdad? - Claro, para dejar las cosas que voy a necesitar. Me ha costado encontrarlas. He tenido que visitar varias iglesias hasta reunir 5 litros de agua bendita - ¿No irá a tirarla aquí?  - Claro, alma de cántaro. Hay que purificar las paredes y sacarla a las ánimas de sus escondrijos. - ¡Ni hablar del peluquín! - Dile a la tonta de tu nieta que no hable de lo que no sabe... he traído una escoba vieja, de esas de toda la vida, que he encontrado en un contenedor. Ha sido dificilísimo porque poca gente las usa ya. De otra iglesia he cogido aceite de las vinajeras y unos cabos de velas. También traigo sal, un rosario que se ha dejado olvidado una beata en un banco y un abanico enorme del cabaret que limpio por las mañanas - ¿Para qué lo quieres? - Para echar a las ánimas por la ventana.

Llamaron a la puerta, era el Municipal que se había enterado de nuestro viaje a Madrid y quería que le contáramos lo del despliegue policial. La Cotilla lo cazó al vuelo - ¡Huy, que bien me ha venido. Ande, coja la garrafa de agua bendita, la escoba y el abanico. - El hombre la miró muy serio. - ¿Para qué es todo esto? - Para sacar, de una vez, todos los fantasmas de esta casa. - A él se le fue la sangre a los pies - Estooo..., mejor me voy...es que a mí estás cosas... - Pascualita, cansada de que nadie le hiciera caso, dio un salto mortal y entró en el agua haciendo la bomba. Se oyó ¡CHOFFF! El Municipal corrió escaleras abajo dando un alarido. Pobre, pensé, los nervios lo tendrán para un mes de baja, por lo menos. - La Cotilla estaba entusiasmada - ¡A por ellos que nos están atacando! - La abuela puso la nota de sensatez a todo esto - "Queda media botella de chinchón y hay que acabarla" - La Cotilla se paró en seco - Los fantasmas podrán esperar un día más ¿verdad?

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