domingo, 21 de octubre de 2012

Es tanta la tranquilidad que se respira en casa desde que se fue la abuela que ayer me pasé el día durmiendo, primero en la cama hasta las tantas, después y sucesivamente, en el sofá antes de comer, después de comer,  a media tarde, después de merendar, viendo la película de la noche ¿cual era? y antes de irme a la cama.

Pascualita y yo hemos compartido la ensaimada. Tenemos que llevarnos bien ahora que vamos a estar solas una semana por lo menos. También le he ofrecido un poco a Pepe pero el pobre ni se inmuta. Pienso que es tímido, además, aún debe estar traumatizado por el trasteo al que le sometió la Cotilla... Por cierto, desde que se fue la abuela no la he vuelto a ver, aunque es probable que ayer llamara a casa (he puesto un pestillo para que no pueda entrar con su llave jejejeje) Cuando duermo no hay ruido que me despierte.

Ahora me dedico, entre otras cosas, a ver u oír, los informativos de televisión y radio por si dicen algo de un naufragio en el Mediterráneo... No me fío de la abuela, es capaz de cualquier cosa por salir en la tele... Como no me ha dejado nada preparado tengo que hacerme de comer...  Haré una paellita.

El arroz me ha sentado como un tiro. Tendría que haber sospechado algo al verlo tan aceitoso, incluso he mojado pan. Al final será verdad que Pascualita es muy lista porque no ha querido ni probarlo y eso que le encanta el que hace la abuela. Como no están los tiempos para tirar nada, le dejaré lo que ha sobrado a la Cotilla, tiene el estómago acorazado así que se lo comerá todo. Están llamando a la puerta y es la hora del chinchón, debe ser ella.

¡Sí era ella y no, no ha querido mi arroz! Ha dicho que no tiene perro al que dárselo. ¡Ay, abuela! ¿Por qué me has abandonado sin dejarme el congelador lleno de tu comida?
 

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