domingo, 14 de octubre de 2012

Estas las aguas revueltas en casa. La abuela sigue empeñada en cargarse a la Cotilla. La cosa empieza a ser preocupante y pensado que convendría poner al Municipal en antecedentes, así que esta mañana me he hecho la encontradiza con él y le he puesto al corriente de mis temores - Mire, lo que me cuenta es muy interesante (me ha dicho) pero no creo que sea para tanto... en fin, que no veo yo ningún peligro... no me parece que debamos preocuparnos... no sé... - Lo que estoy viendo es que tiene usted más miedo que once viejas ¿No le da vergüenza?  - ¡Pues no,  no me da! Cada vez que salgo de su casa tengo que ir al psicólogo y me paso meses sin dormir bien.

Fui a ver a Blas. Esta de capa caída porque la venta de coquetas ha bajado. Le he explicado lo que ocurre en casa y ha hecho caso omiso - Dile a tu abuela que me mate a mí. Todas las noches sueño con tijeras, grandes, medianas, pequeñas y algunas, enormes como una catedral. Y recortan croquetas y más croquetas que se escapan de mis manos para caer bajo el filo de las tijeras. Mis bolsillos menguan, se vuelven tan pequeñitos que no cabe en ellos ni una moneda de euro. Entonces me despierto y ya no puedo volver a dormir. Estoy que me caigo y solo tengo ganas de desaparecer. Dile que no se ensañe con la Cotilla, que me elija a mi

Menudo panorama. Estoy por dejar que la abuela se divierta y haga picadillo a la vecina. Antes recurriré a Andresito, él la convencerá... aunque siempre es ella la que  le convence... No se si sacaré algo en claro que me ayude a salvar a la abuela de la cárcel, aunque... bien mirado, a ella le encantaría estar en boca de todos, ser portada de periódicos y  revistas;  salir en el telediario de la uno y sobre todo, escuchar a Belen Esteban defendiéndola a grito pelado ¡¡¡Yo, por mi Pascualita Ma-to!!!

¿Tengo derecho a privar a la abuela de todas esas cosas? ¿De una fama, corta eso sí, pero fama al fin y al cabo? No lo sé. A ver qué me dice su novio - ¿Se quiere cargar a la Cotilla? ¿lo dices en serio? ¡Ya era hora! Nunca pensé que tuviera tanto aguante. Ahora mismo voy a llamarla y dale todo mi apoyo.

¡Pues vaya ayuda! Al final tendré que ser yo quien ponga un poco de cordura en todo esto.

Al llegar a casa me sorprendió el silencio. La Cotilla estaba tirada sobre el sofá de la salita, boca abajo. Su brazo izquierdo colgaba lacio. La abuela se servía una copa de chinchón. Parecía nerviosa - ¡Abuela! ¿Qué has hecho? - "Recoger la cocina" - ¿Tanta sangre había? - "No, pero sí trastos por todo. No veas como se movía" - Entrégate y di que no recuerdas nada - "¿Has bebido?" - No, pero lo necesito... Abuela, te... te... (¡caray, como me costaba decirlo!) te quiero. - "Lo sabía. ¡has bebido! Y mientras he tenido que apañármelas sola, como siempre" - ¿Qué... qué ha pasado? - "La Cotilla y yo hemos discutido sobre quién es mejor, Julio Iglesias o su hijo Enrique. Nos hemos acalorado, le he gritado y Pascualita le ha tirado un chorrito de agua envenada al ojo. Ahora duerme la mona y como no he tenido fuerzas para llevarla a su casa la he dejado en el sofá" - Ah, sí (¿por qué me siento desilusionada?)    

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