martes, 23 de octubre de 2012

Siguiendo la costumbre de la abuela, pongo a Pascualita sobre el azucarero mientras desayuno y le cuento las cosas que ocurren por aquí. Al rato empieza a bostezar y poco después, apoyada en la cucharilla, se queda dormida. Tiene una manera muy "sutil" de decirme que soy un plomo como narradora... He llegado a pensar si seré buena para algo... Según el Médico, soy la mejor dando patadas en la espinilla. Menos mal, no es mucho el consuelo pero algo es algo.

De todas maneras, yo persevero y sigo con mis historias. Esta mañana, sin ir más lejos, he querido analizar con ella por qué un pobre, si es juzgado y condenado a la cárcel, entra directamente en ella y un rico, conocido y expolítico, se pasea tan campante por Palma teniendo dos condenas firmes. Son cosas curiosas, al menos para mí porque la sardina ni se inmuta. Ni siquiera lo ha hecho con la historia de la farmacia de Boquita de Piñón. ¿Puede tenerla y seguir  siendo President? ¿Es patrimonio o negocio? ¿Por qué la de otros es incompatible con cargo público y la suya, parece ser que no? después de unas cuantas preguntas más, Pascualita ha dado un salto mortal zambulléndose en su pecera. Inmediatamente me he puesto las gafas de sol. Esta maniobra, conmigo al lado, es para tirarme un chorrito de agua envenenada al ojo. Es su manera de decir que está harta de oírme.

Me aburro sin tener nadie con quién discutir, así que con la única que puedo entretenerme es con la sirena. Me he acercado a ella mientras estaba sentada en el borde de la pecera. La mano con el guante de acero llevaba un espejo jejejejeje... Una vez se vio y montó la de San Quintin. ¡Y ésta vez también! Las algas que tiene por pelo, se han erizado; la mandíbula de tiburón a salido a pasear; con un golpe de la cola se ha impulsado sobre el "monstruo" que tenía delante, dispuesta a convertirlo en hamburguesa de pescado... pero ha chocado contra el espejo y se ha caído al agua. Atontada por el golpe, a vuelto al ataque, una y otra vez hasta terminar agotada. ¡Que ataque de risa me ha dado!

A las cinco de la tarde ya estaba hasta las narices de andar por casa con las gafas de sol puestas. Entonces han llamado a la puerta. El Municipal ha venido a decirme que tengo otra denuncia de la Cotilla. Le he invitado a pasar y lo ha hecho a regañadientes. Ibamos a tomar café en el comedor, cuando al hombre se le ha ocurrido levantar el espejo que yo había dejado sobre la mesa sin querer. Pascualita estaba escondida entre las algas de la pecera y en algún momento debió verse de nuevo porque salió del agua como un rayo y fue a caer cerca de la mano del Municipal que sujetaba el espejo. Aterrorizado (porque de mi casa espera cualquier cosa) a punto a estado de chocar con la lámpara del techo del salto que ha dado. Su café se ha derramado sobre el pantalón del uniforme. Estaba muy caliente. Quemaba. Al llegar a la puerta de la calle ya iba cojo. Creo que la quemadura le ha afectado las partes sensible de la entrepierna.

Ahora vuelvo a estar aburrida pero no me atrevo a seguir pinchando a Pascualita...No quiero tentar a la suerte.

¡

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