viernes, 7 de diciembre de 2012

De buena mañana han aporreado la puerta de casa. Pensé que era un terremoto y he saltado de la cama como un resorte. Cuando he abierto me he llevado el susto del siglo. Un grupo de anti disturbios estaban a punto de tirar la puerta abajo, habían tomado carrerillas y entraron en el recibidor como un elefante en una cacharrería en el instante en que abrí la puerta. El primero ha chocado contra la pared de enfrente y uno tras otro, se le han amontonado encima.

La Cotilla, que bajaba las escaleras para ir a hacer sus primeras correrías del día, ha quedado admirada - ¡Cuando hombre! y enseguida le asaltó la envidia - ¡Egoístas! Dejadme alguno! - Por supuesto, no se marchó y entró en casa pisando algunas manos.

Pascualita, al oir el estrépito, se escondió en lo más profundo del barco hundido y colocó unas algas delante para hacerse invisible. Cuando los policías recuperaron la verticalidad, mostraron una orden de registro y no pararon hasta darle la vuelta a todo, calendario del año nuevo incluido. Mientras, nosotras estábamos en la cocina vigiladas de cerca por dos mocetones. La abuela hizo un intento de confraternizar con ellos pero era como hablarle a una pared. En vista de lo cual se dispuso a preparar el desayuno, cosa que tampoco pudo hacer. Aquello la mosqueó - "¿Que no puedo desayunar en mi casa? ¡Hasta ahí podríamos llegar!" - Le recomendé que no sacara los pies del tiesto pero no atendió a razones hasta que otro hombre de Harrelson le preguntó a bocajarro, con qué habíamos atacado a los dos agentes. La Cotilla, a la que le encanta ser la protagonista, saltó diciendo que todo era culpa suya e inmediatamente toda la atención de los policías fue para ella. ¡Que momentazo! Diez hombres como castillos solo tenían ojos para ella. ¡Fue un triunfo!... corto pero triunfo al fin.

La mujer contó su versión de las almas en pena, de lo mal que iba la escoba que encontró en la basura - Tendría que haber sido nueva pero, como soy pensionista sabe usted y la pensión no me llega ni para pipas gracias al Gobierno que nos desgobierna porque, díganme ustedes ¿qué puede hacer una con los cuatro euros que me dan? Pues lo que hago yo, ir a robar los cepillos de las iglesias, al fin y al cabo los curas tienen una paga fija; trapichear con artículos robados, eso no da para mucho porque la mayor de las veces son baratijas ¡Ya me gustaría a mí dar con un buen alijo de droga!  ¡Adiós crisis! pero eso solo pasa en las películas... - Y siguió contando sus cosas, contenta de que la escucharan con tanta atención.

Viendo que las cosas no pintaban bien, ofrecí chinchón pero, salvo la abuela, la Cotilla y yo misma, nadie quiso. El que había preguntado primero, insistió: Quiero ver el arma del ataque ¡¡¡AHORA!!! - Yo temblaba de pies a cabeza pero a las dos amigas se les caía la baba ante tanta energía - "¡Que hombre, Cotilla, que hombre! - ¡Canela fina! - ¿Queréis callar? (les susurre) ¡Esto es serio, caray!) - La abuela, muy decidida, se levantó y preguntó al que parecía el jefe del grupo - "Le invito ésta noche al Funeral!... ¡y no le acepto un no por respuesta! ... - La Cotilla aprovechó el desconcierto del policía y le endosó una copa de chinchón - Es que hace mucho frío y el Gobierno sin hacer nada ¡que panda de inútiles! - Veinte minutos después todos reían. - No señora (dijo el Jefe) Mañana no vendremos. Tal como usted ha dicho debió ser un avejorro lo que mordió a los compañeros jajajajajja... Si, es una pena que no nos veamos más porque son todas muy simpáticas - ¿Sí? (soltó la Cotilla?... ¿Esta también? - (¿Esta? era yo) - Cuando se iban escuché hablar al Jefe por el móvil: - Son inofensivas, señor... Sí una solterona y dos vejestorios... Sí, sí...¡Ejem!...Solo una copita, señor... De chinchón, señor...Lo siento. ¡A sus órdenes! (Se le había cambiado la cara)

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