martes, 1 de enero de 2013

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! - Le da lo mismo que estemos en un año o en otro. Usted no cambia el disco. - Perdona pero no me he movido del 2012... - ¡Que cabezona! - Ni yo ni otros muchos como, por ejemplo, el Municipal. - "¿Te lo ha dicho él?" - Si, me lo he encontrado en la calle, temprano, cuando he dado una vuelta por el barrio en busca de borrachos a punto del coma etílico. - "¿Te has convertido en alma caritativa?" - Esta noche muchos se exceden bebiendo y acaban tirados por los rincones. Y yo aprovecho para sanear un poco mi economía limpiándoles los bolsillos y la cartera... - ¡Vaya caradura está hecha!

- Que sepáis que el Municipal ha jurado no volver a pisar esta casa hasta el año que viene porque, si ya pasan cosas raras en años normales qué no pasarán en éste ¡Lagarto, lagarto! - Mientras la Cotilla nos contaba sus cosas, recordé lo glamourosa que estaba la abuela anoche cuando se fue a El Funeral a celebrar la Nochavieja.  Era como un abanico de plumas, lentejuelas y brillos. Todo en negro salvo los labios que pintó de rojo pasión y los párpados de verde malaquita, las pestañas de azul cobalto y alargadas con otras postizas, tan grandes, que cuando abría y cerraba los ojos, abanicaba a quién estuviese a su lado.

Los guantes negros llevaban unas uñas pintadas en dorado y colgado del pecho, entre un sin fin de abalorios,  estaba ... el termo de los chinos con una funda también negra, de la que colgaban cintas de colores chillones. Y todo eso coronado con un sombrerito de plumas de marabú que le había regalado Andresito. En los pies llevaba unos zapatos con tacones  altísimos y finos como la aguja de una catedral. Era todo un espectáculo.

- ¿Te vas, abuela? - "Hay que ayudar al dueño del Funeral a limpiar el local. No te lo he dicho pero "quién tú sabes" hizo de las suyas" - ¡Te dije que no te la llevaras! -  "Como  no le daban de beber, acabó saltando al escote de Conchi que estaba ligando con Felipe. No nos cae muy bien porque es un fatuo pero ayer iba borracho y el muy cretino se puso a fardar del nuevo coche que se ha comprado. Conchi, que también llevaba lo suyo, le creyó y se le arrimó. Lo divertido fue cuando descubrimos que "el coche" era un tacataca para caminar más seguro. Pero antes de saberlo y mientras se arrimaba melosa al bobo de Felipe, "quien tu ya sabes" le saltó, como te digo, al escote y ella creyó que el hombre se estaba propasando. Dio un manotazo al bicho y lo lanzó unas cuantas meses más allá y aterrizó en una copa llena de cava. La dueña no se dio cuenta y bebió hasta que le dieron un mordisco en los labios que le hizo ver las estrellas, bailar la raspa sin música y gritar como si la estuvieran matando. Unos pensaron que la tía baila la conga y se agarraron a su cintura. Yo no podía parar de reir. Había que ver a aquella mujer con "la cosa esa" colgando de su labio superior que iba hinchándose por momentos. Al final me acerqué y se lo arranqué de un tirón. La que se lió fue parda porque la envidiosa de turno le dijo que vaya birria de colágeno le habían puesto en los morros. Aquella dijo que de eso, nada. La otra que ¡anda que no! y se inició un tira y afloja que acabó a tortas. Hacía tiempo que no me reía tanto.

La Cotilla dio media vuelta y se marchó. Antes de que cerrara la puerta la abuela le preguntó - "¿Qué pasa?" - Me voy para que habléis sin tapujos... ¡de Pascual!.    

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