miércoles, 9 de enero de 2013

-¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¡Niña! Ahora que tu abuela no los necesita, déjame sus zapatos de tacón de aguja. - ¿Se va a suicidar? Vale, se los traigo. - "¿Quién te ha dicho que no los necesito?" - Yendo con un anarquista se acabaron para ti los lujos... - "Es que no estoy convencida de que ese viejo sea quién creemos que es" - ¿Ahora te entran dudas? ¡No me fastidies!... Pues, lo siento por ti porque yo sí que me he decido... He quedado con Andresito en tu casa, (pensando que ya te habías fugado) No tardará en venir. Tengo que hacerle una proposición indecente jijijijijijiji.

He tenido que separarlas porque se habían agarrado de los pelos ¡ Menudas leonas! - ¡Calma, señoras, calma que hay más hombres en el mundo! - He recibido un guantazo que me ha hecho bailar como una peonza y aún no sé quién me lo ha arreado. El jaleo ha espabilado a Pascualita que dormitaba, escondida entre las algas, sobre la arena del fondo del "acuario". Por último he dejado de indagar sobre quién me había agredido y he dio a buscar el chinchón que, en un caso así, es mano de santo.

Llevaban ya tres copas encima cuando a llegado Andresito. Venía preocupado porque no le gusta tratar con la Cotilla. En cuanto le vieron, ambas mujeres se derritieron como un helado en verano.Le recibieron entre caricias y besos de la abuela y piropos y manoseos por parte de la vecina.  Por un momento pensé en largarme pero luego me pudo la curiosidad: nunca he visto un acto sexual a tres bandas y en directo.

Cuando consiguió librarse de los dos pulpos octogenarios y con más marcha de la Comunidad Autónoma, quiso saber a qué venía tanta comedia. La Cotilla parecía una ametralladora contando historias antiquísimas de la abuela, a la que vi coger un cuchillo de grandes proporciones y acercarsele con muy malas intenciones.
Andresito, puesto al día de cosas que ignoraba y que ni le iban ni le venían dado que, en aquellos remotos tiempos, él ni estaba ni se le esperaba, cogió un rebote que a punto estuvo de provocarle una apoplejía y mandarlo al otro barrio. Entonces la abuela se enfadó y le llamó "idiota". La Cotilla contraatacó y le pidió al viejo que fueran a la Torre del Paseo Marítimo y allí la hiciera mujer.  El la miró perplejo y ella quiso arreglarlo - No, si mujer ya soy hace tiempo pero es que hace tanto que ni me acuerdo... - Y tiró de él. La abuela tiró del otro lado y el pobre Andresito debió sentirse como un reo condenado al descuartizamiento. Entonces gritó: - ¡¡¡BASTAAAAAAAAAAA!!! - y fue su perdición porque Pascualita no sabe de razones sino de realidades. Pensó que atacaban a la abuela y la defendió.

La vi hacer un salto mortal hacia atrás con dos tirabuzones y entrar, limpiamente, en el "acuario" para salir con la velocidad de un misil contra la cara de Andresito al que, de camino, roció los ojos con agua envenenada. Los mordiscos fueron de categoría, como corresponde a las carreras, gritos, lloros, saltos y pataletas que siguieron al ataque. Me acerqué, presurosa al balcón para cerrarlo y no darle tres cuartos al pregonero y vi como el Municipal, que rondaba la calle, salía de estampida hacia la esquina más cercana.

Una botella de chinchón más tarde, la cosa se había calmado y el gimoteo de Andresito apenas era audible pero su cara parecía la de un boxeador recién acabada la pelea. Las dos viejas dormitaban delante de la tele  mientras yo me partía de risa y Pascualita, sobre mi mano, hacía la señal de OK. No puedo negar que habíamos pasado una tarde entretenida.

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