lunes, 28 de enero de 2013

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - Me desperté sobresaltada al oír el saludo tarzanesco de la Cotilla. El reloj de mi mesita de noche marcaba las 5,30 de la madrugada. Pensé que tenía un pesadilla. La abuela entró en mi cuarto con cara de pocos amigos - "¡Haz el favor de soñar en voz baja, coñe!" - Iba a responderle cuando una sombra se situó a su espalda y entonces grité y grité con todas mis fuerzas, mientras me metía bajo las mantas en un intento de esconderme de las almas en pena. ¡El fantasma del abuelito se estaba haciendo presente! Dos segundos después éramos tres las que estábamos escondidas; la cama no dio abasto y me caí. Entonces aporrearon la puerta de la calle - ¡Abran, somos los bomberos, abran! - también se escuchó una voz, en tono más bajito - Abran... ejem... soy el Muni... municipal.

Salimos a toda pastilla para abrir antes de quedarnos sin puerta - "¡¿Qué pasa?!" - ¿Dónde es el incendio? preguntó un bombero de buen ver. En el rellano estaban todos los vecinos de la finca envueltos en batas y mantas. - ¿Pero quién os manda encender fuego a éstas horas? ¡Nos quedaremos sin casa por vuestra culpa pero os vamos a poner un pleito de tres pares de narices! - La abuela se acercó al bombero cachas y le dijo - "Pellízqueme, por favor, porque ahora mismo no se si estoy despierta o dormida" - La Cotilla, celosa, dijo que mejor a ella porque hacía mucho tiempo que ningún hombre la pellizcaba - ¡Pero no en el brazo, bobo... Aquí, aquí! - gritaba señalando su trasero.

Media hora después volvíamos a estar solas. La falsa alarma se debió a mis gritos al creer ver al fantasma del abuelito cuando, en realidad, se trataba de la Cotilla. Sentadas a la mesa de la cocina, nos contó que había tenido una pesadilla. Había soñado con sor María - "¿Esa quién es?" - ¡La robaniños!... y me robaba a mí de recién nacida... Y me ha dado por pensar en las historias que oía de pequeña, de desapariciones de críos a cargo del Hombre del saco; del tío Camuñas pero quienes me daban más miedo eran los religiosos porque, se supone que de ellos y ellas, te puedes fiar... Anda, dejame un sitio donde dormir un poco que no quiero estar sola... - "Vale, quédate con mi nieta" - y cerró tras de sí, con llave, la puerta de su cuarto.

Ya no me pude dormir. La Cotilla, en la cama, no se está quieta un  momento: sopla, resopla, da patadas, manotazos, habla en sueños y ronca como un elefante afónico. Al final he ido a hacerme un café. Le he contado mis penas a Pascualita y he tenido que invitarla porque amenazaba con tirarme un chorrito de agua si no le daba un poco de coca de la abuela. ¡Que noche más mala he pasado! Y de repente me ha dado por pensar si no habré sido yo una niña robada por la robaniños con toga porque ¿en que nos parecemos la abuela y yo?...Me serví una copa de chinchón para despejarme... ¿en qué? ¡en nada!... o sí... Tal vez nos una el Chinchón pero (¡oh, Dios mío!) ¡a la Cotilla también le gusta! y entonces hinqué las rodillas en el suelo y grité ¡¡¡Virgencita, que me quede como estoy!!!

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