domingo, 13 de enero de 2013

No he podido dormir en toda la noche... estoy exagerando un poco, en realidad me dormí a los diez minutos de acostarme pero, durante ese tiempo, que me pareció una eternidad, me debatí entre mi incipiente atracción hacia mi nuevo novio y la querencia que ya le tengo a Pascualita.

Si sigo con Gabriel puede que tengamos un disgusto porque no le hace ascos a nada que sea comestible ¿y quién me dice a mí que la sirena no acabará en su estómago? ¡Me quedaría sin abuela del disgusto!... ¿Es una buena idea quedarme sin ella?... No. Porque entonces ¿quién aguantará a la Cotilla?

 Por otro lado... ¿Estoy segura de querer ser madre por mandato familiar? ¡Sí quiere un biznieto que lo compre en la tienda de los chinos, que allí hay de todo!... ¡Ay, ya me duele la cabeza! Tiene razón la abuela cuando dice que, pensar, no es lo mío.

Un chorrito de agua cayó a mi lado. Instintivamente, di un salto para ponerme a salvo pero solo era una llamada de atención. - ¡Jopé, Pascualita, que susto! ... ¿Vamos al acuario? - De repente me pareció una buena idea, así no le daría más vueltas al asunto.

Al llegar abrí un poco el tapón y se puso como loca cuando el olor del mar llegó hasta ella. Dimos vueltas siguiendo la ruta indicada, con peceras a ambos lados y no ocurrió nada, la sirena ni siquiera los miraba... hasta que llegamos a la sala de los tiburones. Un ejemplar grande pasó nadando, majestuoso, junto al cristal, ignorándonos pero Pascualita no lo hizo. Sacó medio cuerpo del termo y sus terribles dientes, una copia en miniatura de los del tiburón. Y de sopetón, saltó hacia adelante y se estampó contra el cristal del acuario. Resbaló y cayó al suelo pero no se amilanó y siguió intentando morder al escualo. El tiburón tampoco se quedó quieto y atacó con furia. La diferencia de tamaño era enorme pero la fiereza era la misma. ¿De qué se conocerán estos dos?

Se armó un revuelo porque, en esos momentos, un buzo que estaba dando de comer a los peces se quedó sin clientela porque todos los tiburones se concentraron junto a la sirena. Fue espectacular. A riesgo de quedarme sin mano, cogí a Pascualita del pelo y a duras penas pude meterla en el temo y cerrar la tapa. Salí corriendo de allí por miedo a verme rodeada de tiburones si el cristal saltaba en mil pedazos.

Al llegar a casa ya había decidido lo que iba a hacer. Seguiría con mi novio y si intentaba comerse a la sirena, ésta sabría defenderse.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¿Habéis escuchado la radio? La policía busca a una mujer, muy parecida a ti por cierto, que ha vuelto locos a los tiburones del acuario. Ahora no hay ningún submarinista que quiera meterse allí dentro... ¿No habrás sido tú, verdad? jajajajajajaja... ¡Ay,! perdona, jejejeje... es una broma... De todas maneras no se si acusarte porque dan una recompensa y a mi no me vendría mal el dinerito. - ¿Me acusaría en falso? - ¿Por ganar unas perras? ¡Claro!.

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