sábado, 16 de febrero de 2013

Desde que volvimos del Castillo de Bellver no he vuelto a acercarme a Pascualita. No se me va de la cabeza  la imagen de la sirena con un dragón ensangrentado en la boca, moviendo la cola y poniéndome los pelos de punta. Me paso el día llamándola guarra. ¡Uf! que cosa más desagradable.

La sirena. al principio ni me miraba, pero a costa de repetir tropecientas veces la misma palabra mirándola a ella, ha terminado por mosquearse y ya van dos veces que me tira un chorrito de agua en plan aviso. - "La pobre está hasta el moño de ti ¡déjala en paz!" - ¡No puedo! ¡Que asco más grande! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿A quién da asco tu nieta? - ¡Oiga! un respeto! - Venía a ver como está el patio hoy porque tengo que saber si me como lo que me trajo la Cruz Roja o lo que tu hagas... ¿Qué has hecho? - "Lentejas" - ¿Y de segundo? - "Lentejas" - No es muy ameno el panorama... Bueno ¿qué hago?

Se quedó. ¡Si es que tengo una abuela a la que hay que echarle de comer a parte! - Aún no sé porque te enfadaste conmigo el otro día. - "Por meterte dónde no te llaman... ¿A qué vino eso de tirar el Alma en Pena  al foso del Castillo?" - ¿Por eso?... ¡Pero si tienes muchas! Podrías poner un negocio de venta y alquiler de fantasmas... Yo sería tu socia. Buscaría clientes entre los ricos porque, para ellos, eso de tener un Anima en casa es signo de abolengo y siempre podrían decir que es un antiguo abuelo. Nos forraríamos. Lo malo es que son peligrosas... ¡Ay, ahora he visto una! Ha tirado un chorrito de agua ¡Mirad ahí, en el suelo! - Que pesada es la sirena cuando quiere y ahora quería.

La Cotilla estaba intranquila y mientras comía, no dejaba de mirar en derredor - ¡Que ganas tengo de irme a mi casa! - Y yo de que se vaya  - Contra todo pronóstico, la vecina no se quedó a tomar la consabida copita de chinchón. - Te ayudo a recoger la mesa y me voy. - ¡Y esas prisas! jajajaja ¡El miedo es libre jajajajaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhiiiiiiiiiiiiiiii!!! - Esta vez no era un aviso y el chorrito cayó directamente en mi ojo. Mientras yo aullaba, maldecía y lloraba a moco tendido, la Cotilla salió corriendo despavorida. Al abrir la puerta chocó contra el Municipal que venía de traernos una queja de los vecinos por armar tanto jaleo. Ninguno de los dos se esperaba el encontronazo e irrumpieron en lágrimas y gritos de terror mientras la abuela, persiguiéndome con la escoba, me gritaba - ¡¡¡Cállate, tonta, más que tonta, que al final nos echarán de la finca!!!

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