sábado, 1 de junio de 2013

Esta noche no hemos podido dormir gracias al cascabel. Antes no nos enterábamos si Pascualita se pasaba la noche durmiendo o no, pero hoy nos ha dado un concierto de lo más sonado. Harta de dar vueltas en la cama, me he levantado dispuesta a estrangularla pero la abuela se me había adelantado. - "¿Quién le ha puesto ésto a Pascualita?" - Viendo la cara de pocos amigos y la rabia contenida de mi abuela, la respuesta ha salido rápida - ¡La Cotilla!

"¿Estás segura? Entonces estamos perdidas. La Cotilla no se calla ni debajo del agua y en el barrio ya sabrán todos que tenemos una sirena... ¿Qué podemos hacer?" - Echarla al mar. - "¡Ni hablar! No puede faltar a mi boda... Tiempo tendrá de volver a su hábitat... Lo que me extraña es que le pudiera poner el cascabel ella sola"... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! Que noche más mala he pasado (la Cotilla entró en el comedor sin hacer ruido y a penas tuvo tiempo la abuela de coger a la sirena y meterla en su bolsillo. Menos mal, porque yo estaba dispuesta a que la descubriera la vecina antes que tocar a ese bicho que no paraba de enseñarme los dientes. Debe estar desquiciada con tanto tilín tilín junto al oído)

- "¿Qué te ha pasado, mujer? ¡Vayas manos que traes! ¿Te has peleado con un gato?" - Con el espíritu de tu marido ¡Cómo muerde! pero al final conseguí ponerle el cascabel al dichoso muñeco vudú - "¿De qué está hablando?" (me preguntó la abuela) - No le hagas caso, debe haber bebido de buena mañana. - ¡Menudo chapucero es tu antiguo marido! no me extraña que lo mandaras al otro mundo! ¡Mira cómo me ha dejado! - "Ya te he visto las manos ¡que desastre! pero ¡¡¡Esto qué es!!!" - Le dije que las dos ¡¡¡Las dos!!! y solo me ha hinchado una. - "¡Y bien hinchada, por cierto!" - Y ahora voy de lado... Esto se tiene que arreglar... - Entonces hallé la solución al problema de Pascualita - Si quiere... podemos llamar al abuelito quitándole el cascabel al muñeco de vudú - La abuela me echó una mirada asesina que me heló al sangre - ¡Haré lo que sea! pero antes deja que me tome unos tragos de chinchón porque no te imaginas cómo duele eso.

Volví a hacer la comedia del día anterior: ojos tapados, entrega de Pascualita a la Cotilla con el guante de acero, esperar que le sacara el cascabel por la cabeza y meterle a la sirena a través del escote, ésta vez en el pecho contrario. Los gritos y las carreras de la vecina se juntaron con los míos porque la abuela me perseguía dándome golpes con el palo de la escoba.

La Cotilla y yo parecemos heridas de guerra. ¡Que dolor de cabeza! la tengo llena de chichones! Y encima, soy inocente ¿Qué culpa tengo yo de que la abuela estuviera obsesionada con su viaje a Vizcaya y no se enterara de lo que estábamos hablando?... Aaaaaayyyyy como dueleeeeeeeee.
 

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