domingo, 23 de junio de 2013

La vida es una caja de sorpresas: ¿Hay algún día que, al empezar, pensemos que será tranquilo y después lo sea? NO. Generalmente suele ocurrir todo lo contrario. La cosa se va animando a medida que pasan las horas y acabas rodeada de gente que grita más que tú.

Eso es lo que ha pasado hoy. Un hermoso domingo de verano, ideal para quedarse espatarrada en casa, sentada en la terraza, con un refresco en las manos, bajo la sombrilla y viendo a Pascualita nadar feliz en una pequeña piscina de plástico, para niños, que le he comprado, mientras la abuela prepara su magnífica paella. El único PERO que se le puede poner a tan idílica escena escena es que la Cotilla vendrá a comer.

Bueno, pues todo esto que he contado es lo que estaba haciendo cuando la abuela me ha ordenado que fuera a por pan - Pero si queda de ayer - "Tenemos invitados ¿no querrás que les demos pan duro" - (¡Mi gozo en un pozo!) ¿Invitados? ¡No fastidies! - "Nuestra nueva familia"

Cuando volví con el pan bajo el brazo encontré la casa llena de gente: Andresito, la Momia, el Médico y la Cotilla que, por cierto, no dejaba de pellizcar uno de los pasteles que, a todas luces, no había traído ella.

Sin medir las consecuencias de sus palabras, quizás debido a un cierto nerviosismo, la abuela dijo - "Id todos a la terraza y tomaremos el aperitivo allí" - Para quedar bien delante de mi nueva familia, ayudé a llevar platos y vasos y no fue hasta que se me iluminó la bombilla cuando me acordé de que Pascualita seguía allí, a sus anchas en la piscina de plástico.

Salí corriendo, atropellando a la Cotilla que en esos momentos entraba en casa con cara de asco y algo cogido con dos dedos - ¡Loca! Anda, tira esto a la basura, que no lo vea la Momia. A tu abuela se le ha caído una sardina en aceite dentro de esa piscina de los chinos. - ¡¡¡Pascualita!!! grité para mi fuero interno. La vecina la llevaba cogida por la cola, boca abajo y el bicho se dejaba llevar sin protestar. Cuando la cogí aparecieron detrás de mí la abuela y su futura suegra.

La abuela estuvo al quite - "¡Mira lo que ha encontrado mi nieta! Hace días que lo perdí. Es el adorno de un broche muy antiguo que tengo" y se guardó a la sirena en el bolsillo. La Cotilla fue a protestar - ¡Pero si es una sardin... aaaaaaayyyyyyyy! - Le di tal pisotón que no andará en tres días. Menos mal que estaba allí el Médico y le vendó el pie con maestría - ¡Que cruz tienes con tu nieta! - se quejaba amargamente mientras me echaba miradas asesinas

Nada de eso le ha impedido a la Cotilla comer a tres carrillos, aunque la Momia no le va a la zaga. Por lo visto siempre controló su peso pero desde que pasó de los 100 se dijo que todo el monte es orégano y no le hace ascos a  nada. Igual ha pasado con el chinchón. A éste paso saldremos a tres botellas por semana.

Cuando las visitas se despedían le he dado una patada en la espinilla al Médico de esas que hacen saltar las lágrimas, cosa que él me ha agradecido con una bobalicona sonrisa de enamorado. Y todo porque le ha dicho a la Cotilla que durante tres días es mejor que se quede ¡EN MI CASA! para descansar el pie.

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