sábado, 6 de julio de 2013

La Momia.

- "¡No puedo salir a la calle por culpa de la dichosa Cotilla! La gente me señala y se ríe" - Será por tu nuevo look. - "¿Qué tiene de malo?... Es por lo que ha ido contando de mí ¡Todo son mentiras!" - Pero si nos lo contaste tú... - "Me gusta exagerar" - ¿Cómo está tu novio? jejejejeje - "Sigue deshinchándose... ¿y esas risitas?"

A media mañana, la abuela se ha ido "a hacer un recado" y se ha llevado a Pascualita en el termo de los chinos., Poco después ha vuelto con la Momia colgada de su brazo. La mujer venía feliz, por eso pensé que su hija estaba mucho mejor - Bueno, eso no lo sé porque siempre ha sido un quejica. Luego iremos a verlo - ¿Aún no ha ido? - No pienso hacerlo mientras me siga dando la risa.

Hay que reconocer que la Cotilla le echa valor a la vida porque, después de la faena que le hizo a la abuela, ha venido a comer - ¿Que tendrá que ver la velocidad con el tocino? ... ¿Que has echo hoy? - "Arroz a la cubana" - ¡Pónme dos platos! - ¡Y a mí otros dos! - saltó la Momia - y cuatro huevos fritos. - Ay, Dios mío, que no le de el patatús en mi casa a ésta mujer... ¿No serán muchos huevos para su edad? - ¿Qué quiere decir tú nieta? ¿Qué soy vieja? ¡Anda y que te den... - "Boba de Coria" (la ayudó mi abuela) - boba de Coria. - Estoy cansada de decirlo (apostilló la Cotilla) ¡que cruz tiene con ella!

Después de haber sido puesta a caldo y de habernos comido hasta el último grano de arroz ¡de prisa por si me quedaba sin! he podido relajarme frente al televisor con el café y el chinchón. Pero entonces la abuela se levantó y volvió con el dichoso broche, con Pascualita y su pelambrera, bandera-alemana, al viento. - "Mira, mamá (la Cotilla y yo abrimos los ojos como platos ¿la abuela llamaba "mamá" a la Momia? jijijijijijiji) ponte este broche en el vestido. Verás que elegante te verá tu hijo" - ¡Ni hablar de llevarse el broche! - y se lo arranqué de las manos - ¡Se queda en casa! - (saltó la Cotilla) ¡Eres una egoísta! Deja que tu bisabuela lo lleve (¿bisabuela?) - ¡He dicho que no! - En el forcejeo, Pascualita salió disparada y fue a caer en la copa de chinchón que la Cotilla acababa de rellenar y que yo le tiré al suelo de un manotazo, con el consiguiente porrazo de la sirena. La cogí y la tiré, desde la puerta del comedor  a la pila bautismal mientras en la salita se había montado un guirigay. De repente sentí pena por Pascualita. La pobre se había llevado unos buenos coscorrones sin tener ninguna culpa. Me acerqué a la pila para ver cómo estaba y en cuanto asomé la cabeza, un chorrito de agua envenenada me entró en el ojo. Y la Momia pudo ver, en vivo y en directo, la danza y los gritos que lo preceden ¡Maldita sirena! Lo único que evitó que vaciara la pila románica por la ventana fueron los aplausos de la Momia y el pellizco que me dio la abuela. Aún no he podido sentarme.

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