martes, 16 de julio de 2013

- "¡Pascualita! ¡Pascualitaaaa! ¡¡¡Pascualitaaaaaaaaaaa!" - Abuela, deja de gritar que te oirá todo el barrio. - - Pepe ¿has visto a la sirena?... ¿Dónde estará? ¡¡¡Pascualitaaaaaaaaaaaaa!!!

Llevamos buscándola toda la mañana. Ha desaparecido y ya no sabemos dónde mirar. He llegado a pensar que se la ha llevado una gaviota de las que pasan a menudo sobre la terraza.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿Tenéis visita? Ya me lo podríais haber dicho. ¿Es una niña? - "¿Qué niña?" - Pascualita - "¿La has visto?" (le ha preguntado, anhelante la abuela) - Pues no lo sé, como no la conozco. - "¡Hay, Dios mío, que disgustooo" - Ponte a cocinar que eso distrae mucho... Vengo de la tienda del señor Li de ganarme 10 euros. Le he llevado una de aquellas gambas gordas por las que tanto suspira y que tanto asco me dan. He estado a punto de tirarla a la basura pero me he acordado de él y mira, 10 euros al bolsillo. - ¿Dónde estaba la gamba? - En el sitio más raro que os podáis imaginar. Encima de la jaula del canario. - ¿Y cómo ha llegado hasta allí? - ¡Ah! misterio Pero por mí podría venir una cada día. jejejeje. -Que ganas me han dado de retorcerle el pescuezo.

La abuela ha salido corriendo como una loca y media hora después ha vuelto con Pascualita en el bolsillo. Traía el pelo revuelto - "La china que trabaja para el señor Li no quería dejarme entrar en la cocina y menos que me llevara a la sirena y hemos tenido un rifirrafe" - ¿Qué sirena? (ha preguntado la Cotilla) - Quiere decir la gamba, es que la abuela se está volviendo muy finolis . ¿Le has cogido la gamba al chino? ¿Estás loca? Ahora querrá que le devuelva los 10 euros.

Unos minutos después el señor Li llamaba a la puerta de casa echo una furia - ¿Dónde está mi gamba golda? - ¡No pienso devolverle el dinero! ¡Santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita!- ¡¡¡Quel-l mi gamba!!! -
"¿Está hablándome a mí? Aquí no hay ninguna gamba, amigo" - Abuela, no cableal a Li. ¡Yo sabel kun-fu! - "¡Y yo tengo una escoba que da unos escobazos de campeonato!¡ Vaya a la pescadería y déjenos en paz o llamo al Municipal!" - ¡NO! Yo tlael-lo. - Y se fue dando un portazo.

Menudo potaje se había montado por culpa de la curiosidad de la sirena por el pájaro cantor. La abuela salió de nuevo a toda prisa y volvió con unas gambas, las más gordas que encontró en el mercado y las preparó al ajillo. Cuando el chino volvió con el preocupado Municipal, la aptitud agresiva de la abuela se había transformado en amabilidad - "Anda, sentaros todos a la mesa... Perdona la broma que te echo, Li. Verás que ricas están las gambas"

Ahora, después de unas copitas de chinchón, me siento relajada pero ¡menuda mañana hemos pasado!
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