miércoles, 11 de septiembre de 2013

De madrugada han caído chuzos de punta ¡Que manera de llover! Por eso me he levantado triste pensando que al Verano solo le quedan dos telediarios y entraremos en los meses oscuros, donde la noche se apodera del día a partir de las seis de la tarde. Y se me encoge el alma... y el jersey que acabo de coger del tendedero ¡Se me olvidó recogerlo anoche!

Pues sí que empezamos bien el día. Y ni siquiera huelo a pan tostado... porque la abuela no está en la cocina sino en la terraza. Ha salido con paraguas para ver el pluviómetro - "¡Que gran invento ese chisme! Han caído 24 litros por metro cuadrado ¿Te imaginas? ¡24 litros!" - ¿Y? - " ¿No ves el negocio que podemos hacer?" - ¿Piensas vender agua de lluvia? - "No se me había ocurrido... Me refiero a que podemos predecir el tiempo que hará con el fraile Paco y decir, exactamente, los litros caídos" - ¿A quién se lo decimos? - "Al vecindario" - ¿Para qué? - "Para que lo sepan" - Abuela, tuéstame el pan, anda y déjate de negocios que dentro de poco vas a ser rica. - "Es verdad... Es que no me hago a la idea"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡¡¡Pon algo detrás de la puerta que la vecina de arriba viene a por ti!!! - (gritó la Cotilla) Anoche se le olvidó recoger la ropa del terrado y está chorreando. Dice que la culpa es tuya por poner ese chisme en la terraza que, lo único que hace, es llamar a la lluvia. - "Voy a explicarle que no es así..." - ¿Estás tonta? No me has oído que viene a por ti ¡y trae a su marido que es lo más bruto que ha parido madre! - ¡Abuela, llama al Municipal!

Los porrazos en la puerta no auguraban nada bueno. Cogí a Pascualita, más que nada por tener algo en las manos... un arma, por ejemplo. - "Dice Bedulio que ahora no puede venir. Y que si es cosa de espíritus y almas del Purgatorio, que lo vayamos resolviendo nosotras" - Ya me extrañaba a mí... ¿qué hacemos? - "Voy a abrir. No quiero sentirme prisionera en mi casa" - Pues que vaya tu nieta que, al fin y al cabo, es la dueña y si se escapa una torta mejor que la reciba ella ¿no? - "Si, Cotilla, tienes más razón que un santo"

Antes de que tiraran la puerta abajo, abrí de sopetón y el mendrugo del vecino cayó cuan largo era, a mis pies. - ¡Que me matas al maridooooooooo! (gritó la energúmena de su mujer) - ¿A qué viene este jaleo? (dije muy puesta, disimulando el miedo) - ¡¿Dónde está tu abuelaaaaaaaaaa?! ¡Mira como me ha quedado la ropa por su culpaaaaaaaa! ¡Ahora me la secáis! - Antes de que pudiera impedírselo, tiró el barreño y la ropa que contenía, dentro de casa. Yo hice un amago de cogerla y tiré al aire a la sirena que aterrizó en las narices de la escandalosa.

La mujer subía y bajaba las escaleras, gritando y llorando. Afortunadamente, ningún vecino se asomó a ver qué pasaba porque estaban cansados de oírla. Yo hice el mismo recorrido hasta que pude coger a Pascualita y tirar de ella para arrancarla. La vecina subió a su casa, bizca perdida, chorreando sangre y corriendo como si la persiguiese un perro rabioso. El que no había vuelto a dar señales de vida era el marido que seguía durmiendo en la entrada de casa, tal como había caído. La Cotilla me indicó por señas, que iba bebido. Lo sacamos al rellano, a él y a la ropa. Luego, para reponernos del susto, brindamos con chinchón - "Para que no haya más mentes obtusas" - ¡¡¡Amén!!!

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