sábado, 19 de octubre de 2013

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! - ¿Dónde va tan temprano? Aún no han puesto las calles. - Es que no he pegado ojo en toda la noche - ¿Qué toda, si aún vamos por la mitad, tía loca? - "Cotilla ¿qué pasa?" - ¡Ayer lo víiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Que bonico eeeeeeeeeessssssssss! ¡Mi héroe, mi gurú, mi ejemplo a seguir... ¡Ay, que emoción más grandeeeeeeeeeee! - ¡Deje de gritar que despertará a toda la finca! - Es que los nervios me dominan.¡Mira lo que traigo! Todas las velas que tengo en casa - "¿Han anunciado un apagón?" - No lo sé. No tengo la cabeza para cosas sin importancia... ¡Voy a montarle un altar!

La abuela, que con la Cotilla tiene más paciencia que yo, le ha dado una copita de chinchón para que se calme, aunque ella, aprovechando que tenía la botella delante, se ha tomado cuatro o cinco. - "¿A quién hay que hacerle un altar?" - A don Luis Bárcenas. - ¿¡Quéééééééééé!? ¡Por encima de mi cadáver! - Un minuto después, los vecinos aporreaban la puerta - ¡¡¡Callarse ya, brujas, que son las tres!!!

Mientras la abuela y la Cotilla buscaban el sitio ideal para montar el altar yo fui a por Pascualita que también se había despertado con el jaleo. Estoy harta de ser el último mono de esta casa, que es MÍA.  El caso es que, en venganza contra la abuela por ningunearme, le di bastantes gotas de chinchón a la sirena. Estaba encantada. Luego fui a la salita a ver la que liaban aquellas dos.

Han colocado una mesita auxiliar, con un tapete, junto a la pila batismal. Encima han puesto una foto aumentada de Bárcenas rodeada de un montón de cabos de cirios "recogidos" de las iglesias donde "trabaja" la Cotilla. De repente me he acordado del conato de incendio que tuvimos con el primer altar que le hicieron al "honrado tesorero". Quizás ese es el motivo por el que la abuela lo ha colocado junto a la pila milenaria.

Para combatir el sueño, le dí un tiento a la botella... bueno, unos cuantos. Y me dio por reír. Cuando toda la parafernalia estuvo a punto, encendieron las velas. Había tantas que parecía de día. Mientras, puse a Pascualita en el agua y me senté junto a ella. Y soplé... ¡una vela apagada!. Otro soplido: tres velas fuera de combate. ¡Me partía de risa! En cuanto una se apagaba ya estaba la Cotilla encendiéndola. Y como Pascualita es muy lista no tardó en imitarme, solo que ella lo hacía con un chorrito de agua. La abuela se dio cuenta de lo que pasaba y se calló como un muerto mientras su amiga empezaba a sudar de tanto ir de acá para allá. - ¿Esto no será cosa de tu ex marido? - "No, hija... Vamos, creo que no"

Volvieron a llamar a a puerta. Esta vez era el Municipal, preocupado al ver tanta claridad en la ventana de la salita. - ¿No hay fuego, verdad? He estado a punto de llamar a los bomberos. - Llámelos, a ver si ligo jajajajajaja... Fuego sí que hay. Pase, pase.

Ahora tengo tanto sueño que no sé por dónde ando pero lo he pasado muy bien ésta noche jajajajaja. La Cotilla está roncando en el sofá. No ha querido separase del altar. Ahora veo que, además de los restos de círios, hay varias velas negras delante de fotos recortadas de los periódicos de los principales Pinochos que, al parecer, cogieron sobres.  Ahora están todas apagadas. Lo ha recomendado el Municipal que no se fía ni un pelo de nosotras y que ha tardado, ná y menos, en salir corriendo cuando la Cotilla le ha contado lo de los misteriosos apagones de las velas.

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