viernes, 17 de enero de 2014

- "Este país es para mear y no echar gota (con perdón) ¿No se quieren abolir las corridas de toros? De echo están de capa caída y los toros echando barriga en las dehesas. Recuerdo aquellas tardes de domingo, cuando en las calles cercanas a la plaza de toros no cabían más coches aparcados. Y autobuses vomitando manadas de turistas, rojos como gambas y un poco asustados por lo que iban a ver. Hombres con sombrero y puro, señoras de rompe y rasga con el clavel en el escote o en el pelo. Sudor en los aficionados de Sol, abanicos, gritos de ¡Hay cerveza, coca cola, bombón helado! Y, de repente, sonaba el clarín, se abría el portón y los alguaciles, reminiscencia de otros siglos, encabezaban el paseillo.

El sol se miraba en el oro y la plata de los vestidos de torear, en los bordados de los capotes de paseo, en las caras serias de los matadores que brillaban como si fueran dioses. Y el pasodoble sonaba. La gente aplaudía a rabiar y se preparaba para ver una buena faena... que muchas veces resultaba fallida.

Como me gustaba ver el paseillo. Es como un desfile de alta costura, con modelos estilizados, trajes coloristas, bordados de filigrana y capotes revoloteando al rededor de la cintura del maestro... Y ahora resulta que después de dar la razón a los que reniegan de las corridas de toros y nos hemos apeado de este espectáculo... estamos todos, taurinos o no, deseando ver, de nuevo, un paseillo"

- Abuela, no confundas la gimnasia con la magnesia. - "¿Vas a decirme que no hay expectación? Habrá cantidad de cámaras, mirones, policías, croquetas... " - Pero no habrá clarines ni trompetas. - "No estaría yo tan segura. El paseillo de la Infanta será más sonado que una corrida con seis míuras para un solo torero. Eso sí, faltará el colorido"

¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Que ganas tengo de que venga la Infanta para hacer mi agosto. - "Con tanto policía por allí, poco negocio vas a hacer" - Habrá jaleo, abucheos y jarana. Todo eso es bueno para mí. - Cotilla, no se confíe. A ver si la próxima en bajar la famosa cuesta, es usted.

Andresito vino a buscar a la abuela - "¿Para qué?" - ¿Para qué va a ser? para comer. - "¡Anda! pero si he hecho aquí la comida. No me acordaba de que ahora tengo otra casa jajajajaja" - Bendito despiste. Hoy comeré bien. La Cotilla cogió la ocasión al vuelo - Yo también me quedo... como antes... -

Antes de sentarnos a la mesa, la abuela se puso el broche porta-Pascualita con la sirena incluída. Andresito y la Cotilla lo miraron con aprensión - ¡Quítate eso, cariño! Mira que es feo. - "¿Crees que porque somos ricos voy a renunciar a mis bienes?" - ¿Eso es un bien? (dijo Andresito torciendo el gesto) - ¡Tiraselo y cómprale uno bonito, hombre! - "¡Calla, Cotilla!" - gritó la abuela. Fue la señal para que Pascualita defendiera a su amiga. Medio segundo antes de que un chorrito de vino ¿? envenenado diera en el ojo de la vecina, yo me había puesto las gafas de sol.

Nadie pudo parar a la Cotilla mientras corría, saltaba, gritaba, lloraba y pataleaba, por eso, ni la abuela ni yo nos movimos de la silla, en cambio el abuelito la perseguía sin el menor resultado. Acabaron los dos hechos polvo. Ahora duermen delante del televisor y sus ronquidos huelen a chinchón.

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