lunes, 10 de febrero de 2014

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaatchiiiiiiiiiiiiiiisssssssssss! - ¡Hala. Venga microbios! ¿No sabe que hay que hay que taparse la boca cuando se estornuda? - Si, pero es... es... que no me ha...¡aaaaaaaatchiiiiiiiiiiiiissssssssssssss!... dado tiempo. - ¡Ya está bien! Váyase a su casa y suelte allí los mocos y las babas, tía petarda. - No puedo ir a... a... ¡aaaaaaaaaaatchiiiiiiiiiiiiiiiiissssssss! allí porque estoy muy malita. Me quedaré en la cama de tu abuelaaaaaaaaaaatchiiiiiiiiiiiisssssssssss! No le importará. - Pero a mi, sí.

No me hizo ni caso y se acostó pese a mis esfuerzos de echarla a la calle. La muy ladina me atacó con estornudos llenándome la cara de salpicaduras atestadas de virus y no me  quedó más remedio que ceder para no caer enferma.

He llamado a la abuela para que se haga cargo de ella. Yo no puedo atenderla (ni quiero) Y encima me tiene harta con sus exigencias: que si zumos de naranjas naturales con chinchón, tes con chinchón, una copita de chinchón para sudar, - ¡Tiene que beber AGUA! (le dije justo cuando entró la abuela) - Menos mal que lo has oído (le dijo la vecina con voz llorosa y cara de mártir a punto de arder en la hoguera) Tu nieta me quiere matar. - ¿Pero qué dice? - "Reconoce que has estado un poco dura con la Cotilla...(me recriminó muy seria mi abuelita) " -  ¡¡¡Llévatela o no respondo!!!

Las dejé solas un rato y salí al balcón a que me diera el aire porque necesitaba despejarme. Luego fui a la cocina y me cayó un chorrito de agua en el brazo. Pascualita estaba asomada a la pila bautismal. La inconsciente de mi abuela había traído a la sirena a un lugar lleno de miasmas gripales. Cerré la puerta para que no entraran y nos pusimos a merendar. Una hora después me asomé al pasillo al oir estornudar en estero - ¿Qué pasa, abuela? - "Llama a... a... ¡¡¡Atchiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisssssssssssss!!! a Geooooooooorge que venga con... con... el ¡¡¡Atchiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiissssssssssss!!! médico"

Ahora mi casa parece un hospital de campaña. El mayordomo y yo vamos con la mascarilla puesta como si fuésemos japoneses. Le he puesto otra a Pascualita y a Pepe, para evitar contagios. Del súper he traído cuanto kleenex había porque estas dos no dan abasto con los pañuelos. El ingles no para de preparar tisanas de toda clase y zumos. Antes de que llegase el médico escondí la botella de chinchón pero ahora vuelve a estar en poder de las dos fieras. Solo estamos bien cuando se duermen. Entonces abrimos todas las ventanas para que entre el viento y se lleve todo lo malo... entre ello la foto del altar de Bárcenas que montó la Cotilla hace tiempo.


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