domingo, 9 de marzo de 2014



Me critica la abuela que tenga pocas macetas en el balcón - Pero si no caben más - "Tendrías que poner un árbol en la terraza. Viste mucho" - ¿Quieres que se hunda el suelo...? - "Una barbacoa te daría ese toque de distinción que de otra manera no alcanzarás nunca" - Los vecinos no me dejan ponerla. - "No hagas ni caso. La pones y ya está" - La primera que se quejará será la Cotilla. Menuda es. - "Eso te pasa porque eres una pobre de espíritu... Hoy haré la paella en el balcón y daremos envidia a la vecindad" - Pensaba que querías una medalla de oro al Mérito... - "Ya, pero hoy es domingo, que es día de asueto y puedo hacer lo que me de la gana" - ¿Los domingos no cuentan para hacer bondades? - "¡Claro que no!"

A pesar de haberle dicho que en el balcón no había sitio para hacer una paella, la abuela no dio su brazo a torcer y la hizo. Colocó una mesa con el fogón del butano y ya no cabía nada más. Así que quitamos la macetas y acercó una silla donde colocó la pecera de Pascualita. - "Quiero que aprenda a hacer paellas para que, cuando vuelva a su hábitat, deje con la boca abierta a sus conocidos" - Al final  hizo la comida en el balcón aunque a penas podía girarse.

La gente que pasaba por la acera, levantaba la cabeza tras el apetitoso olor que se esparcía por la calle. Alguno se quejó de haberse quemado con alguna salpicadura. Otra gritó que acababa de saltarle encima una anilla de calamar - "¡Pues comasela, mujer y por lo menos tendrá algo caliente en el cuerpo!" - Y se montó una discusión que fue cogiendo fuerza y de una cosa se pasó a otra. - Esta pobre gente debe estar realquilada en ese pisisto. Y menos mal que es con derecho a cocina aunque esté en el balcón - dijo alguien. - ¡Esa es una tía petarda que hace de su capa un sayo! ¿No veis que quiere darnos envidia? - Otro gritó - ¿Nos invitarás a esa delicatessen, guapa? - ¿Qué pasa aquí? - La voz del Municipal nos llegó alta y clara. - ¡Hola, Bedulio! ¿Quieres paella? Sube luego a comer. - Al guardia le subieron los colores cuando oyó pronunciar a gritos su nombre.- Estoy de servicio (dijo, mohíno) - "¡Te guardaré un plato!" - ¡No se puede guisar en los balcones! (dijo, enfadado) - "Eso hago, Bedulio. Guiso en UN balcón" jajajajajaja - ¿A qué no se atreve a multarla? (le pinchó una de las vecinas) Y el Municipal entró al trapo. Subió a toda prisa dispuesto a cumplir con su deber. - "Llegas a tiempo. Acércame el plato de las gambas" - Cogido de sorpresa, el Municipal obedeció.

Al ver una que flotaba en el agua, la echó el mismo a la paella. Cuando Pascualita sintió el calor del fuego tostandole la cola, saltó como un resorte a la oreja del guardia y se afianzó con fuerza con los dientes. Y Bedulio gritó y gritó hasta quedar sin aliento. Y saltó y saltó hasta que las piernas dijeron basta. A punto estuvo de tirar la paella al suelo y recibió un golpe de espumadera en lo alto de la cabeza. Aturdido, se dejó caer en una butaca mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. El alarido que dio hizo que uno de los curiosos de la calle, espantado, llamara al servicio de urgencias cuya ambulancia no tardó en aparecer armando un escándalo con la sirena.

El pobre Municipal estará días sin poder sentarse. El visón, que dormitaba en la butaca, enroscado como si fuera un cojín, notó sobre él todo el peso de Bedulio cayéndole a plomo y se defendió del ataque clavando los dientes en sus posaderas. Cuando los sanitarios se lo llevaban en camilla la abuela le consoló - "No te preocupes, amigo. Guardaré tu plato de paella en un taper y mañana te lo llevo al hospital"

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