sábado, 26 de abril de 2014

La abuela no quiere saber nada de mí mientras Pascualita siga siendo una bola. Me lo ha dicho cuando le ha llamado para que viniera a casa a hacer las empanadas y rubiols para el Domingo del Ángel - "¿Qué aspecto tiene la sirena?" - Redondo. - "No vuelvas a llamarme hasta que recobre su estado normal" - ¿Y si no lo recupera? - "Pues tal día hará un año" - Pero, abuela, yo no sé hacer esas cosas tan ricas que haces tú... Y no sabes lo graciosa que está Pascualita cuando la hago rodar por el suelo como si fuera una pelota jejejejejeje - "¿Crees que haces gracia? Pues no"

Como no quiero quedarme sin celebrar el Domingo del Ángel, tendré que hacer yo los majares de estas fiestas y he buscado un antiguo cuaderno de la abuela donde están las recetas que escribió su madre... Lo malo es que no entiendo la letra de la bisabuela ni las medidas... Tendré que hacerlo a ojo. Todo sea por  la tradición.

Mientras preparaba los ingredientes sobre la mesa de la cocina, cogí a Pascualita y la hice rodar por el suelo para ver si con ésta gimnasia, va perdiendo gramos de grasa. Pero se marea y quiere cogerse a lo que sea para pararse... no lo consigue porque es tan redonda que sus bracitos no pueden unirse jajajajajajaja ¡es un poema verla!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Traigo un gato que me ha seguido por la calle. -¿Un gato? ¡Ya se lo está llevando de aquí! - ¡Mira, gatito. Hay una pelota debajo de aquella silla! - El animalito adoptó una posición que no podía traer nada bueno - ¡Le va a atacar! - ¿A una pelota? Solo quiere jugar. Mira que gracioso es. - Pero el gato, que no era tonto, debió pensar que allí había una buena merienda. De todas maneras fue precavido y se acercó lentamente, moviendo la "esfera" con una pata. También Pascualita sintió curiosidad y le estiró del bigote. Entonces iniciaron un juego que solo podía acabar mal. La sirena, a cada toque del gato rodaba de acá para allá con los ojos saltones bizqueando por el mareo. Afortunadamente una de las veces llegó hasta mi pie y solo tuve que darle una suave patada para meterla bajo un mueble por el que no cabía el gato.

-¡Mira que eres sosa. Ahora no podrá jugar el pobre! - Me salvó el timbre del teléfono. Era la abuela que llamaba para no sé qué porque no la dejé hablar, simplemente dije - ¡La Cotilla ha traído un gato para que juegue con la p-e-l-o-t-a! - Y en un santiamén se presentó en casa.

- "¿Dónde está la pelota...? ¿A tí que te pasa? ¡¿Por qué no me has dicho nadaaaaaaaaaa?! ¡¡¡Siéntate ahora mismo, alma de cántaro!!! (Todo este chaparrón era para mí) ¡¿Por qué no me has dicho que estás  MUY embarazadaaaaaaaaaaaaa?! " - ¿La  Cotilla? - Yo no. Desde hace muy poco tiempo ya no puedo... Vamos, que tengo la meno... eso... la... ¡mensualidad!

Quise decirle que la hinchazón de mi vientre se debía al mordisco que me dio Pascualita pero no me dejó hablar. Fue hilvanando un consejo tras otro sobre embarazos, niños, partos que me pusieron los pelos de punta, remedios caseros para el bebé, recetas de papillas, etc, etc. mientras, metida en harina, de sus manos salían las maravillas gastronómicas de éstas fechas. Así que creo que voy a aprovecharme de este malentendido y cuando vea que me estoy deshinchando me sacrificaré dejando que Pascualita me muerda de nuevo. - Abuela, se me antoja un chinchón. - "¡¡¡Ni hablar del peluquín!!! El alcohol ni olerlo" -  Pues, vaya...


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