viernes, 25 de abril de 2014

La Cotilla a penas me ha dejado dormir. Ronca como una manada de burros constipados. He probado todos los remedios que conozco y solo se ha callado cuando le ha dado la gana. Entonces he recuperado el tiempo perdido y he dormido como un lirón. Al despertarme, como todos los días, he mirado desde la cama el gran reloj que marca y toca las horas en casa. Milagrosamente me había despertado justo a tiempo para no tener que salir corriendo al trabajo después de una noche toledana.

No me di cuenta de que llovía hasta llegar a la calle y he tenido que subir a por el paraguas. Entonces, al echar un vistazo al reloj de la cocina, se me han encendido todas las alarmas ¡¿Las once?! ¡el reloj grande no iba bien! No estaba parado pero se había atrasado ¡dos horas!

Llegué al trabajo con la lengua a fuera y la bronca de mi jefe fue espectacular porque no se me ocurrió ninguna excusa. Tenía la mente en blanco ¡Había perdido dos horas! ¿dónde estaban? Y mientras mis compañeras hablaban de la tormenta yo seguía haciéndome cruces.

Al llegar a casa la Cotilla seguía allí, con Pascualita, convertida en una extraña pelota de tenis, colgada de su cuello. - He encontrado este colgante, es tan feo que me ha echo hasta gracia, así que me lo quedo y te quito otro trasto de en medio... Por cierto, oí en la tele que el estrés no es bueno para nadie, ni siquiera para ti que pareces tener sangre de horchata, así que esta madrugada, como me levanto tantas veces y a penas duermo, te he echo un favor atrasando dos horas el reloj grande para que te fueras al trabajo más relajada aún.

Una vez que mi cerebro procesó estos datos se transformó en una máquina de vapor a punto de explotar - ¡Fuera de mi casa! ¡¡¡FUERAAAAAAAAAAAAA!!! - Vaya, estás un poco nerviosa. Mañana lo atrasaré más. - La Cotilla, perpleja por mi reacción, me trajo la botella de chinchón para que me tranquilizara con una copita. - ¡¡¡FUERAAAAA!!! - Vale. Y de paso me llevo los libros de tu abuela... - ¡SON MÍOOOOOOOOSSSSS! - y esta birria de colgante que... - ¡¡¡ES MÍOOOOOOOOOO!!! - De un tirón me hice con él. Lo malo fue que apreté fuerte a la sirena, que era toda una bola, no le gustó y sacó los dientes de tiburón a pasear. Así que le pegué con la mano plana a modo de raqueta y salió disparada hacia mi cuarto pero estaba tan enfadada que no fui a buscarla.

Tuve que tomarme varias copas de chinchón hasta que mi respiración se normalizó, luego me quedé traspuesta. Por la noche, antes de acostarme, arrastré muebles y macetas contra la puerta de la calle y monté una barricada anti-Cotilla. Luego caí rendida en mi cama dispuesta a dormir toda la noche a pierna suelta. Y así lo hice hasta que aplasté a Pascualita que, a falta de algas y arena, se había acurrucado entre las mantas. Clavó sus dientes en mi barriga y ahora parece que tengo un embarazo de siete meses.




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