domingo, 1 de junio de 2014

¡No sale, no sale. La abuela no encuentra al conejo por ningún rincón de mi casa. Ni en los roperos, ni en los armarios de la cocina ¡No está! dice ella pero yo insisto en que eso es imposible... a menos que se haya esfumado como se están esfumando los bisnietos de mi tripa. - "Aquí pasa algo raro y tengo que descubrirlo" - Me temo lo peor.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Dile a tu abuela que ya tengo una bruja. - ¿Se ha mirado en el espejo? - No te contesto porque tengo prisa. Me espera un futuro comprador. - ¿Qué es lo que vende? - Es cansino tener que repetirte las cosas una y otra vez ¡Qué cruz tenemos contigo, alma de cántaro! ¡Mi piso. Vendo mi piso! - La que no se entera es usted. Cometerá un delito si lo hace. - ¿Será delito que pueda comer cada día; o que llegue a fin de mes sin ahogos? ¡Ni de coña!... ¡Y dile eso a tu abuela! - Salió dando un portazo.

Cuando la abuela llamó preguntando por el conejo y por Pascualita pero no por el último mono, que soy yo, le dije lo de la bruja - "Vendré a tomar café" y colgó. A las cuatro de la tarde, mientras el sopor de la siesta se iba adueñando de mí, tres mujeres entraron en mi casa. Pascualita, subida al borde del orinal, no les quitaba ojo. La abuela, en plan Capitán General con mando en plaza, organizó una romería por las habitaciones y allá que fuimos en procesión tras una desconocida que murmuraba jaculatorias indescifrables. La Cotilla la seguía con un velón encendido que cogió del altar de Bárcenas. La abuela, Pascualita y yo cerrábamos el cortejo. - ¿Esta quién es? (cuchicheé al oído de la abuela) - "La bruja. Ahora sabré que ha pasado con el conejo"  - Una hora después, con los pies doloridos de estar de plantón viendo "trabajar" a la bruja, caí rendida en la butaca. La abuela nos sirvió chinchón generosamente y no fue hasta que la botella se quedó seca cuando la bruja habló. - Me ha costado pero, finalmente, ya sé qué ha pasado: al conejo se lo han comido. - ¡Jopé! Aquello me cogió desprevenida y se me escapó un grito. - ¡Eso son tonterías y tomaduras de pelo, abuela! Te engaña diciendo lo que quieres oír.

La bruja esperó a que me tranquilizara y volvió a la carga. - Los astros me dicen que aquí pasó una tragedia... Veo... una pequeña piel en casa de la Cotilla ... - ¿De qué color es? dije, ansiosa. - Negro... y... ¡blanco! - "¡Bingo! ¡Es él! (gritó la abuela poniéndose en pie. Luego sus ojos me taladraron - - ¡Te juro que no lo probé, abuela!

He decidido emigrar hasta que el Asunto Conejo se calme. La abuela me ha desheredado: adiós a la Torre del Paseo Marítimo. Pascualita me ha escupido en un ojo y ahora veo menos que Pepe Leches, que tropezó con una esquina y dijo: usted dispense. La Cotilla me ha tirado el orinal decimonónico a la cara por chivarme. Menos mal que lo he cogido al vuelo pero me he dado una buena ducha y yo estoy haciendo la maleta para largarme... por lo menos durante una semana. Hasta que la abuela se calme.

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