lunes, 30 de junio de 2014

Pascualita me tiene tan agotada que me duermo por los rincones. ¡Que vitalidad tiene el dichoso bicho! Ayer me  la llevé de paseo para que le diera el aire y se calmara. No se me ocurrió otro sitio que la orilla del mar. A mi me relaja escuchar el sonido de las olas rompiendo contra la arena pero, claro, no soy una loca sirena salida del interior de una lata de sardinas en aceite.

Me senté en la terraza de un bar y pedí un laccao con cañita para recrearme. Pascualita me miraba desde el termo de los chinos que dejé sobre la mesa porque ya estaba harta de llevarlo colgado. - Pascualita, escucha el mar (le hablé suavemente) Huélelo... Aspira, aunque sea con las agallas que debes tenerlas atrofiadas porque no conozco un pez que aguante tanto fuera del agua. - La sirena tenía sus ojos saltones fijos en mi. A veces bizqueaba pero su tranquilidad me indicaba que me escuchaba, así que fui desentendiéndome de ella y cuando fui a pagar... ¡no estaba!

En seguida me vino a la cabeza las broncas que le eché a la abuela cuando ella la perdió. - ¡Ay como no la encuentre! - Los nervios no me dejaban ver claro y daba vueltas como una peonza buscando al pequeño monstruo. Hasta que la camarera gritó - ¡¡¡Un bichooooooooooooooooo!!! - El "bicho" estaba acaparando todas las cañitas que había en la terraza del bar saltando de mesa en mesa.

Como no puede quitárselas porque sacaba la dentadura de tiburón a pasear, lo metí en mi bolso y salí de allí escuchando irónicos comentarios - La gente cada vez pasea bichos más raros (dijo alguien)  ¿Por qué no se conformarán con perros o gatos? Incluso con ambos pero eso... ¿Qué era? Me pareció ... ¿un gusano? Yo creo que era una sardina jajajajajaja  ¡No, jajajajajaja Era una sirenaaaaa jajajajaja! ¡O Campanilla!

Era muy tarde cuando llegué a casa y estaba tan cansada debido a los nervios que había pasado que me acosté en seguida y mandé a Pascualita, agarrada a las cañitas, al fondo del orinal decimonónico.

Y esta mañana no estaba. He seguido el rastro húmedo que había dejado en el suelo... hasta la despensa. Y allí estaba, sorbiendo con una cañita, tal como me vio hacer a mí ayer, el aceite de hígado de bacalao directamente de la botella ¡Más vitaminas no, NO, NOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Utilicé el guante de acero para separarla de allí y la lancé al orinal. Esta vez no entró límpiamente en el agua porque oí un pequeño ¡clon! Por lo menos me dejó tranquila toda la mañana. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¿Qué comeremos hoy? - Sopa de sobre. - Que original eres... Voy a tomarme un chinchón on the rokcs para animarme. - Enseguida volvió sobre sus pasos - ¡Hay un bicho libando! - ¿Una mariposa? - Una especie de.. ¿sardina? - Corri hasta la salita. Con ayuda de una cañita Pascualita bebía chinchón y yo llegué justo a tiempo de cogerla en el aire cuando cayó de espaldas víctima de un coma etílico.

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