martes, 1 de julio de 2014

¿Qué se le da a una sirena con coma etílico? ¡Y yo qué se! Después de mucho pensar decidí que debía vomitar. La cogí de la cola zarandeándola boca abajo pero no salió nada así que cambié de táctica: tendría que meterse un dedo hasta la campanilla (si es que tiene) pero los tiene palmeados y no creí que fueran a servir de mucho... ¿Y si le metía uno mío? No estaba muy decidida porque antes de llegar a la campanilla hay que pasar la barrera de los dientes de tiburón. Probé con el mango de una cuchara y en cuanto lo notó en la boca dio una dentellada que casi lo parte en dos.

Le di entonces lo contrario de lo que le gusta: agua del grifo. Usé una de las cañitas y poco a poco fue sorbiendo hasta que notó el gusto y entonces sacó hasta la primera papilla ¡Madre mía, que pesteeeeee! Era chinchón mezclado con aceite de hígado de bacalao, laccao y todo lo que había estado comiendo desde la mañana. Como no podía aguantar el olor, la cogí por la cola y la saqué al balcón. Y allí pasó la noche.

No fue hasta que me senté a desayunar al día siguiente cuando me acordé de ella. Seguía en el mismo sitio y en la misma postura que la dejé. Y entonces corrí a buscar la cámara de fotos porque había ocurrido algo milagroso: la sirena tenía un color sonrosado como un bebé ¿Qué se había echo del color cadavérico al que nos tiene acostumbradas?... Fue mucho más tarde cuando caí en que lo que le pasaba a la sirena es que estaba muy grave.

Metí una aspirina en el orinal decimonónico y se disolvió en el agua salada pero no dio resultado porque a mediodía seguía teniendo un color que daba gusto verla. Entonces llamé a la abuela - ¡Pascualita está guapa! - Un cuarto de hora después, el rolls royce aparcaba en doble fila debajo de casa y una llorosa abuela corrió a ver a su amiga - "¡Se está muriendo! Hay que hacer algo. ¿Qué hacemos. Qué hacemos?" - Devolverla a su hábitat sería todo un detalle. - "¿Con la cantidad de turistas que hay? Se la llevarán como recuerdo como hacen con las estrellas de mar... Mejor nos la quedamos y le digo a un taxidermista que la diseque, así podré llevarla de adorno"

Mientras discutíamos los pros y los contras, cada vez más alto porque no estábamos de acuerdo en nada, recibimos un chorrito de agua envenenada que, estrellándose contra la pared nos salpicó en nuestros respectivos ojos y bailamos la marimorena. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿Qué celebráis? ¡Yo también quiero bailaaaaaaaaayyyyyyyyyyy! (a ella le dio de lleno) - Me giré dispuesta a coger a Pascualita, echarla al wáter y tirar de la cadena cuando vi al mismo bicho feo, mal encarado de siempre y de un color que daba repelús, nadando tranquilamente. Así supimos que la sirena estaba curada.

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