sábado, 19 de julio de 2014

¡Qué sofocooooooooooo! Ha sido abrir la ventana y recibir un bofetón de aire caliente. ¿Y dónde se está mejor cuando el calor aprieta? En la playa. Así que he cogido la vieja bicicleta familiar, la mochila, la bolsa de acero para la sirena, el termo de los chinos con Pascualita dentro e, imitando a los del Tour, he ido a la playa pedaleando por el carril bici.

Había poca gente, de todas maneras me he colocado en el extremo más alejado de la playa, he traspasado a la sirena a la bolsa de acero y nos hemos metido las dos en el agua felices como perdices. Mientras yo nadaba y chapoteaba en la superficie, Pascualita estaba sumergida. La vi disfrutar unas décimas de segundo porque, en cuanto se dio cuenta de que estaba encerrada sacó los dientecitos de tiburón  pasear y la emprendió a dentelladas con el acero. No tuve más remedio que levantarla para que se calmara. Un rato después la volví a sumergir y la cosa fue bien hasta que pasó un pececillo delante de sus ojos, que parecían querer salirse de las órbitas. Vuelta a las dentelladas.

No veía yo que disfrutara mucho la sirena. A todo le ponía pegas. Entré más adentro, donde yo no hacía pie, a pesar de que había algas y no me acaban de gustar. Estuve nadando de un lado a otro. De vez en cuando miraba abajo con las gafas de buceo que compré el otro día en la tienda del señor Li. De repente Pascualita se puso tiesa. Expectante. Yo no veía nada anormal... bueno , sí, una pequeña estrella de mar allí abajo. Pero la sirena tenía atención puesta en otro sitio. Empecé a respirar entrecortadamente... ¿Sería un tiburón?... ¿Un calamar gigante?... ¿Un...? ¡¡¡NOOOOOOOOOOOO!!!

El miedo me atenazó la garganta. Pataleé, me hundí, salí tragando agua, volví a hundirme ¡Lo había visto! Era ¡un muerto! Venía flotando hacia nosotras y a mí solo se me ocurría ahogarme. De repente sentí que unos tentáculos me rodeaban el cuello y tiraban de mi. Intensifiqué el pataleo y los gritos hasta que "el pulpo gigante" grito en mi oreja !!!Estate quieta ya!!!

Debí desmayarme porque, hasta que noté que alguien quería besarme (¡Estaba segura que era Neptuno!) no me di cuenta de que estaba tendida en la arena y un socorrista de muy buen ver iba a hacerme el boca a boca. Me dejé hacer, naturalmente. Y todo fue bien hasta que vomité medio Mediterráneo. Solo entonces me acordé de Pascualita ¡¿dónde estaba?!... Afortunadamente la bolsa de acero seguía sujeta a mi muñeca y la sirena, muy quieta y lacia, para no llamar la atención supongo.

Cuando me recuperé me explicaron que no había ningún muerto. Lo que había visto era un mono de obrero que algún gracioso debió tirar al mar para provocar sustos como el que me había llevado. Al llegar a casa Pascualita volvió al jarrón chino al que agregué un chorro de chinchón por lo bien que se había portado y yo me serví varias copas para quitarme el temblor. Estaba medio amodorrada cuando sonó el teléfono - "¡Hola, nena! Ya puedes agradecerme el morreo que te han dado jajajajajaja" ... - ¿? - "¡Por poco dejas la playa seca! Es que Maruchi tiene unas ideas de bombero. Me ha dicho: Vamos a reírnos un rato y ha tirado un mono de obrero al mar ¿A saber de dónde lo ha sacado porque esas cosas no se usan en su familia ¡Que graciosa es la jodía jajajajajajajaja"

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