sábado, 13 de septiembre de 2014

- ¡Ya estamos a viernes, Pascualita! Me encanta el fin de semana y sobre todo me encanta que no me lo estropeen como suele hacer la abuela - La sirena estaba comiendo pan tostado con aceite, migado en su cola cao y de vez en cuando, me miraba fijamente para que yo supiera que me estaba escuchando. - ¿Tú qué harías si estuvieras en mi lugar?... ¿Irías en busca de ligue? ... No es mala idea pero ¿dónde? No me gustan esos locales en los que todo el mundo sabe a qué vas... además, esa gente es mayor para mí... Me gusta la carne menos echa jejejejejejeje ... ¿A ti también? - Quizás fue casualidad pero, en ese momento, Pascualita sacó su dentadura de tiburón a pasear y en su cara se pintó una horrible sonrisa. - Ya lo sé, monstruo. Prefieres la carne cruda ¡Que asco de bicho!

El repiqueteo del teléfono me avisó de que llamaba la abuela porque suena igual que los teleoperadores sudamericanos cuando llaman a la hora de la siesta - "Deja la casa como una patena que esta noche tengo invitados a cenar" - ¿Quiéres que venga a limpiar tu casa?... ¿Yooooooo? - "¡No, boba de Coria. La tuya!" - ¿Tu tienes invitados y yo tengo que limpiar mi casa? Aquí hay algo que no me cuadra" - "Mis amigos quieren comer conejo con cebolla. Ya sabes que me sale más rico que a cualquier cocinero con tres estrellas Michelin" - Si que salen temprano los fantasmas en la Torre del Paseo Marítimo (dije entre dientes) - "¡Te he oído! Cenaremos en TU casa. Yo cocinaré en TU casa ¿te has enterado?"

Y colgó. Quedé desconcertada ¿A qué venía eso? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Tienes cara de tonta... ¿Estás alelada? - No me enrede que tengo que limpiar la casa de arriba abajo. La abuela traerá invitados a cenar ésta noche" - ¡Me apunto! - ¡Ni hablar! - ¡Me apunto y te ayudo! - Chantajista... Tenga la escoba y empiece a barrer. - He dicho que te ayudaré pero no a qué... Yo traeré el postre ¡Hasta luego!

Llegó la abuela con Geoooorge, cargados de paquetes y de una gran cazuela de barro. Lo dejaron todo en la mesa de la cocina y el mayordomo, muy estirado, se fue sin decir adiós mientras en la calle empezaban a sonar las bocinas. - Tendrás que hacer algo con lo del aparcamiento. - "¿Para qué? el del autobús me vale" - ¿Que le pasa al Unitetillo? - "No me habla desde que le dije que iba a cocinar unos cuantos conejos... Ya sabes lo suspicaz que es y temía que le diera un golpe en la nuca a su Rabito y lo añadiera al guiso" - ¿Lo has echo? (pregunté, alarmada) - "Nooooo... No lo he encontrado." - ¡Abuela!

Los invitados, al llegar a casa, me tomaron por la criada y no paré de recibir peticiones de bebidas, canapés, etc. etc. Eso no era lo que había pensado para pasar la noche del viernes. Todos me miraron con sorpresa al ver que me sentaba en la misma mesa que ellos - ¡Qué liberal eres, hija! Yo tengo un límite porque luego los asalariados se te suben a la chepa. (dijo a la abuela una señorona que, por la edad, debía de ser una de las que usaron alguna vez el orinal decimonónico)

La cena transcurrió sin más incidentes. Cuando recogía los platos entró, como un huracán, la Cotilla - ¡¡¡¿Me habréis guardado conejo?!!! (gritó al ver la cazuela vacía) ¡¡¡¿No?!!! Deja que la rebañe por lo menos... Hasta que no han cerrado el supermer... (la Cotilla guardó silencio al ver el gesto de rebanarle el cuello que le hizo la abuela)

Después de los postres los invitados, buenos bebedores, acabaron con dos botellas de chichón... on the rocks los jodíos. De pronto a todos les entraron las prisas y salieron por la puerta sin apenas despedirse... Menos mal que las vomitonas las hicieron en la calle. Nosotras tres nos salvamos porque nunca probamos ningún postre con crema pastelera que traiga la Cotilla.

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