martes, 21 de octubre de 2014

Al día siguiente entré a paso de carga en la tienda de los chinos del señor Li - ¡No se esconda, tío listo! Ya me está devolviendo el dinero del muñeco asqueroso que me dió. - Al oir mis gritos salieron algunos vendedores de la trastienda - ¿Dónde está vuestro jefe? - Unos segundos después apareció el señor Li - Yo tomal taza de te... ¿tú quelel tila? - ¡Ni tila, ni leches. Ya me está dando los cuartos! - ¿Cualtos de dolmil? Li no entendel - No me venga con cuentos chinos ¿A quién se le ocurre hacer un muñeco sumergible y eléctrico? ¡Ni al que asó la manteca! - ¿No gustal muñeco con cala mía?... ¿Yo sel feo? - Muy guapo no es... - Tu tampoco sel guapa, alma de cántalo y yo no decil... ¿Dónde estal sileno? - Está chamuscado. Inservible. - Yo vel. - No lo traigo pero está hecho un asco. - Yo venil a tu casa a ver sileno. - ¡Ni hablar del peluquín! - Li no devolvel dinelo.

Era normal que, como comerciante, Li quisiera ver qué le pasaba al muñeco para evaluar si me devolvía el dinero o no... Pero no podía enseñárselo porque Pascualita se había enamorado de él y no lo soltaba. - ¿No basta con que yo diga que está estropeado? - No. Tu podel decil misa. - ¡No digo mentiras! - Ah, yo no sabel.

- Se rompió al meterlo al agua... - ¡Aaaaah! ¿qué decil? Tu tonta del bote. Sileno no mojal. - ¿Cómo que no? ¿Dónde viven los sirenos? ¿En el mar, verdad? entonces, blanco y en botella. - Desconcertado, el señor Li preguntó - ¿Más botellas pala in vitlo de la Cotilla? No tenel más ¡Basta!

Estaba visto que no íbamos a entendernos, así que me fui a casa a pensar cómo podía quitarle el sireno a Pascualita. No había otra manera de recuperar mi dinero... y no se me ocurría nada. Después de probar varios trucos, en los que no picó, decidí emborracharla y vacié media botella de chinchón en el barrilito de cristal. Poco después la siena dormía como un tronco. Fue el momento en que pude cogerla y tirar del sireno para despegarlo... No hubo manera - Lo que yo decía (pensé) están pegados. - Cuando ya desesperaba de encontrar la solución a mis problemas, me fijé en que el pelo del sireno se había fundido y pegado al pelo-alga de Pascualita. Di un tijeretazo con las tijeras de la cocina y ya está. Acababa de separar a unos siameses jijijijijijiji

Cuando el señor Li vio el muñeco se negó en redondo a devolverme el dinero - Estal loto polque tú sel gilipichis. Si enchufal ¡no mojal! ¿Entendel? Plecioso sileno con mi cala, molil pol tus manos ¡Asesina! - ¡Quiero mi diero! (grité) - Nanay de la China.

Llegué a casa, sin dinero y con la ruína de muñeco en las manos. Me senté a esperar a que Pascualita se despertara con las gafas de sol puestas. Nunca se sabe cúal puede ser su reacción al ver que su enamorado ha huído de sus brazos y se ha emancipado.
 


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