jueves, 9 de octubre de 2014

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Estoy que no me llega la camisa al cuerpo con lo del perro. - ¿Usted cree que puede entrar en mi casa a altas horas de la madrugada para decirme una adivinanza? - ¿No sabes lo del pobre perro? - ¡¿Otra vez?! Ya se está largando con viento fresco y ¡déjeme dormir! - Al cabo de un rato me desperté preocupada porque no había oído cerrarse la puerta de la calle... Me habré dormido en cuanto salió del cuarto (me dije) Como me había desvelado, fui a la cocina a por un vaso de agua y me asusté al ver una claridad que salía de la salita. Me acerqué despacio, con un candelabro en cada mano. - Abuelitoooooo (dije quedamente) ¿Eres tú? ... ¿Estás ahí, abuelitooooooo?

Me asomé a la salita y allí estaba la Cotilla, dormida en el sofá. En el altar de los Amigos de la Ajeno todas las candelas estaban encendidas. Me enfadé porque le he dicho mil veces a la vecina que un día provocará un incendio. Entonces pisé algo y resbalé. Tropecé contra la mesa de centro y la volqué, tiré el jarrón al suelo y tuve que hacer malabarismos para no caer al suelo. Pensé que era una piel de plátano... ¿lo tiraría el abuelito? Me agaché para cogerlo y a la luz de las velas reconocí a Pascualita.

Mientras tanto, la Cotilla se había despertado con el estruendo que había formado, al que se añadieron los golpes de escoba que daba el vecino de arriba. - ¿Qué ha pasado?... ¿Se llevan a Scalibur? - El Rey Arturo ya no la necesita jejejejejeje En todo caso, pregunte al Mago Merlín jajajajajaja. - Tu te ríes de un entierro ¿verdad bonita? No se trata de la espada, boba de Coria, sino del pobre perro que ha caído víctima de los irresponsables, responsables de traer el Ébola a España. Recuerda su nombre porque pasará a la Historia igual que la perrita Laika... ¿Qué es esa porquería que hay en el suelo? - ¡No la toque! - ¡Ni en broma!

Con malos modos le ordené que apagase las velas y aproveché para meterme a la sirena en el escote del pijama... Si debía morderme, por lo menos que me nivelara el pecho para dejar de ir torcida. Pero la jodía no me mordió porque se quedó frita mientras un sudor frío recorría mi espalda a la espera del fatal mordisco.

Más tarde, mientras la Cotilla y yo desayunábamos, me vino a la mente su comentario sobre el perro Scalibur. - ¿No lo habrán sacrificado, verdad? - Claro que sí. - No. No pueden ser tan tontos. - ¿Cómo que no? Más que tu incluso. - ¿Por qué no lo han dejado en cuarentena para estudiar si los perros contagian a los humanos o no? - Supongo que la ministra Évolamato habrá dado la orden. Llega el fin de semana y es mejor no dejar nada pendiente para la próxima. Se disfrutan más las vacaciones. - ¿Y al marido de la enfermera contagiada cuándo lo matan? - Pues... ¡Vaya! me pillas en bragas. No tengo ni idea... ¿Crees que Évolamato dará la orden? - No pondría la mano en el fuego... Pásame la mantequilla, anda.

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