martes, 11 de noviembre de 2014

La tarde se ha ido oscureciendo mientras las nubes, cada vez más negras, amenazaban lluvia. Y como no me gusta pasar las tormentas en soledad, he cogido a Pascualita y me la he llevado al sofá. Me he acurrucado echa un ovillo y nos hemos tapado con una mantita suave... Entonces he pensado que podríamos tomarnos un cola cao caliente. Así que he dejado a la sirena en el sofá y he ido a prepararlo... luego he vuelto a la posición de ovillo delante de la tele... Pascualita ha saltado, de repente, cayendo dentro del vaso y poniéndolo todo perdido - ¡Jopé, con el bicharraco!

He vuelto a dejarla en el sofá. Me he llevado la manta para quitarle las manchas. He cogido una bandeja y una nueva mantita que he tirado sobre Pascualita para que no siguiera saltando... entonces se me  ha antojado pan tostado y de paso, hacer pipí.... Así me he pasado un buen rato, yendo y viniendo del sofá a la cocina, al baño, a la cocina, al sofá, a la cocina... por fin me he sentado en el sofá... y he vuelto a levantarme porque no encontraba el mando de la tele. Estaba bajo la mantita, junto con la sirena que empezaba a estar de un humor de perros.

Hemos merendado en una paz tensa. Mientras Pascualita ha tenido para comer, todo ha ido bien pero al acabar ha recordado que estaba enfadada y ha saltado hacia mi con los dientecitos de tiburón por delante ¡Que rencorosa y desagradecida es! Menos mal que la sé torear y ha pasado sobre el sofá yendo a estrellarse contra la pared. ¡Que risa me ha entrado! Por poco se queda mellada de por vida. Hubiese sido un espectáculo siniestro con lo fea que es.

Mis risas no han mejorado su humor y ha vuelto al ataque pero yo tenía preparado el periódico y he echo un saque como los de Nadal. Esta vez ha ido a parar al pasillo que lleva a la calle. Yo reía a carcajadas cuando he oído abrirse la puerta. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! (menos mal que la Cotilla se anuncia y pude coger a la sirena con la manta e hice un lio con ella) - La vecina traía la cara roja y los ojos chispeantes - ¡Necesito un famoso! Me da igual que sea torero, cantante... lo que sea, pero famoso. - ¿Y esoooooo? - Para llegar olgadamente a fin de mes. Y que me eche un polvo glorioso con resultado de niño,  para que pueda vivir del cuento como hacen otras. - Viviría usted como una reina. - Si con lo tonta que eres ves que tengo razón, es que el plan es bueno- - (Pasé por alto el insulto y me tiré a fondo) - Mejor que el de las que van estrujando el jugo a sus hijos por los platós porque lo suyo sería ¡un milagro!

- ¿Por qué lo dices? - Porque es más vieja que la tos y lo de tener hijos hace tiempo que pasó a la Historia? - Cosas más raras se han visto (contestó la Cotilla poniéndose chula) Mira lo de la paloma que dejó preñada a la chica, sin ir más lejos. Que ya era raro aunque, en aquellos tiempos, vete tu a saber pero ¡es que, encima, era hembra el animalito! - Si superase eso, Cotilla,  podría echarse a la bartola hasta el fin de sus día y comeríamos en su casa todos los días. - ¡Ni hablar del peluquín! No me gusta la gente aprovechada y tu lo eres. - ¡Que egoísta! Me dio tanta rabia que, sin pensarlo, le pasé la manta con Pascualita dentro. - ¡Ponga ésto en su sitio y ganese el café de la tarde por lo menos! - Enfurruñada, estrujó la manta contra su pecho y empezaron sus gritos gritos, las carreras y los hinchazones... Que bonita es la venganza (me dije) y me serví una copa de chinchón para celebrarla.

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